Un modesto plan para terminar con la guerra
La directora Nadine Labaki, libanesa y cristiana, imagina una historia con las mujeres como motores del cambio en "Y ahora dónde vamos".
Hay muchas formas de contar un drama. La directora libanesa Nadine Labaki elige la tragicomedia en Y ahora adónde vamos para abordar el enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. La escala es un pueblito con más cabras que hombres, en el que las mujeres están cansadas de llorar a sus muertos.
La película comienza con el cortejo coreográfico de las mujeres enlutadas, con la mano derecha sobre el corazón. Van rumbo al cementerio que el camino de tierra divide según la religión que profesan. También los jefes de las dos iglesias están preocupados, porque la furia de afuera destruye la convivencia en el pueblo rodeado de alambres, en el que las minas enterradas son una amenaza constante.
Nadine Labaki, que también desempeña el rol de la cristiana Amal, ha expresado en entrevistas la mezcla de amor y odio que siente por su patria, siempre sumida en conflictos fraticidas. En su segunda película (la anterior fue Caramel) cambia el tono y urde un plan disparatado, con el que las mujeres intentan frenar la ola de violencia que las envuelve.
Con mucho humor, la película parece tomar el atajo de la comedia, pero, de a poco, el ambiente se enrarece. El humor es otra forma de la desesperación.
El pueblo, que espera cruzar el umbral del sigo XX al XXI, cuando logran cobrar altura para la señal de televisión, se conecta con el resto del mundo por el comercio de sus productos. Es gente sencilla, trabajadora y piadosa pero cualquier chispa, en la iglesia o en la mezquita, desata una furia ancestral. Sólo las mujeres parecen convencidas de que no entregarán a sus hijos a la muerte segura.
El grupo de actrices logra verosimilitud hasta en los detalles más pueriles. Son intérpretes de gran potencia dramática y la directora las deja hacer. Las mujeres del pueblo piden ayuda a otras mujeres para distraer a sus hombres. Van probando estrategias en campo minado.
Hay atisbos de romance entre Amal (intensa Labaki en el juego de seducción de las miradas) y Rabih (Julien Farhat). Cuando se desata el drama, se come la película la actriz Claude Bazz Mossawbaa en el rol de Takla. Un gran trabajo que marca el punto de inflexión de la película. La música acompaña los momentos como un personaje festivo o doliente, según el caso, porque Labaki comparte muchas preguntas, sobre el destino y la capacidad de amar que exige sacrificios sobrehumanos, con el telón de fondo de las religiones y sus ritos.
"No aprendieron nada de nada", grita Amal a los hombres. Hay en la síntesis y las metáforas una esperanza puesta en el género que no quiere pagar más el costo de la guerra.