Culpables de las guerras
Tragicomedia sobre un grupo de mujeres dispuesta a todo con tal de impedir que los hombres de un pueblo libanes se maten entre ellos. A pesar de comenzar de la mejor manera, con mucha sutileza e ingenio, a medida que la película se va acercando a los momentos más fuertes del conflicto la trama se desborda en discursos condenatorios y resoluciones apuradas donde todo parece indicar que los hombres son todos unos animales y que las mujeres son unas santas.
Lo más interesante de la historia ocurre solamente durante el comienzo. Allí es el único momento donde con ingenio y talento se van narrando los distintos hechos que van dividiendo al pueblo más y más. Cada acción y reacción se observa con atención y fluidez. Incluso es muy interesante que el desencadenante provenga de las propias mujeres quienes en su intento de tapar el clima de odio terminan provocando una reacción en cadena donde los símbolos sagrados de ambas religiones (cristianos y musulmanes) terminan siendo profanados.
Debido a que toda la trama gira entorno a la pelea entre musulmanes y cristianos, es asombroso notar el marcado tono agnóstico de la película. Lo cual hace muy difícil tomársela en serio cuando vemos como continuamente los distintos símbolos y santuarios religiosos no son respetados apropiadamente. Por un momento, tal vez al comienzo, uno estaría equivocado en ser demasiado exigente en este aspecto (después de todo es una comedia), pero son los repetidos incidentes trágicos e irrupciones de violencia extrema que evitan que uno se aparte de este conflicto muy real para comprender la alegoría que la trama intenta representar. Es decir, es aceptable que el pueblo este dividido en dos y que ante el menor acto de vandalismo el otro tenga la culpa, pero sostener que unas prostitutas externas van a resolver el conflicto es absurdo.
El mayor problema de la película proviene de la indecisión de como abordar el tema, por momentos estamos ante una comedia costumbrista, luego en una tragedia extrema y por último en un musical simplista. En ningún momento estos tres elementos parecen tener armonía y por ende todo se desploma. Los números musicales de baile o canto resultan pobres y fuera de lugar, la tragedia alcanza límites desmesurados donde una madre le dispara a su propio hijo y la comedia se nutre de un absurdo que a pesar de ser pintoresco no convence ni entretiene.
Tal vez otro inconveniente de la película, sea la postura claramente sexista del problema. La división en géneros de un tema tan amplio como la religión debilita considerablemente a el relato. Incluso la visión pacifista de las mujeres contrastada con el mundo bélico de los hombres es una manera demasiado simple y burda de llevar la trama.
Sintetizando, ¿Y ahora adonde vamos? apela a un conflicto al cual no desarrolla ni explota y para colmo lo narra de formas tan variadas como imposibles de unir.