Recuerdo que los socios del video club hacían una diferencia tácita cuando pedían algo para reírse. Uno le entregaba “Dos pícaros sinvergüenzas” (1989) y preguntaban: “¿Pero es comedia o cómica?” Una vez me puse a investigar un poco más el asunto en aquel entrañable La Mirage.
¿Dónde estaba la diferencia que algunos hacían? Hubo todo tipo de pruebas, pero la que más me convenció fue hacerle traer al socio una de cada una según su criterio para ver con mis propios ojos cómo funcionaba esa clasificación arbitraria.
Una mujer se acercó con aire superado y apoyó la cajita de “La jaula de las locas” (1978) asegurando que esa era una comedia. La “cómica” era “¿Y… dónde está el piloto?” (1980). Esta situación se repitió varias veces. Parecía que una sucesión de gags, uno tras otro, se diferenciaba de un argumento o de un guión más elaborado donde el humor aparecía por razones muy distintas. Tomemos esto como una forma de abordar “¿Y…dónde está el fantasma?”.
Es extraño que a esta altura se utilice la traducción comercial de “Y… dónde está…” el “algo”, lo que sea. Generacionalmente ya hay una brecha de años como para enganchar por ese lado a la platea. Ni hablar de la falta total de sutileza y el injustificado uso del humor escatológico en desmedro de todo lo que hicieron Jim Abrahams y David y Jerry Zucker por el género (cuando lo hicieron juntos, cabe aclarar).
Los guionistas Marlon Wyans y Rick Alvarez tomaron la posta de la insoportable saga de “Una película de miedo” (2000 – 2006, y se viene una más este año), aunque esta vez hicieron algo distinto al acumular una tonelada de chistes sin sentido. Se supone que una seguidilla interminable de gags sin nada argumental que los sostenga es como tirar al montón. Como disparar a una manada de cebras. Alguna va a caer. Con alguno nos vamos a reír.
Desde el comienzo hay claras referencias paródicas al género del terror, pero casi en exclusiva a la saga de “Actividad paranormal” (2007, 2010, 2011 y 2012). Malcom (Marlon Wyans) vive solo y su novia Kisha (Essence Atkins) está a punto de mudarse con él. La mujer viene arrastrando ectoplasmas desde chica, así que uno de ellos se les instala en la casa. Por supuesto que todo se cuenta con una compaginación de lo que registran unas cámaras de seguridad, y alguna en mano, que se alterna entre el novio o la novia. Todo, pero todo lo obvio que tienen las producciones de este tipo lo tiene ¿Y… dónde está el fantasma?
Justamente por eso, y por jugar con las situaciones poniendo humor en donde debería haber terror, es que resulta ser una parodia bien hecha de una serie de malas películas. El director, Mike Tiddes, se toma su tiempo para ver qué hacer en las escenas de fantasmas; pero luego termina víctima de la comodidad y el efectismo de los chistes verdes o escatológicos. También juega un rato a parodiar a los personajes desde una mirada étnica y con mucho lunfardo típico de los afro-americanos.
No se puede negar que desde la observación del estilo todo está muy cuidado para que la parodia funcione. El único problema es que de tan cuidada esta producción se vuelve tan predecible como las versiones originales en las cuales después del primer susto todo es más de lo mismo.