Clase turista
Uno de esos viajes que no llevan a ningún lado.
Paul, un importante abogado, está arrepentido de haber perdido a su esposa por una infidelidad. Meryl, una exitosa vendedora de inmuebles, -tapa de revistas incluida-, sigue dolida y enamorada, pero no puede volver a confiar en él, por eso están separados. Al final de una cena son testigos del asesinato de un hombre. La policía los necesita como testigos pero como los criminales son muy peligrosos deben embarcarlos en el programa de protección de testigos y con identidad cambiada trasladados, por su seguridad, hasta el juicio, de Nueva York al medio oeste americano, más específicamente Wyoming. Juntos. La oportunidad está servida para reconciliarse o terminar definitivamente pero no son tan libres, fuera de casa y con un sicario pisándoles los talones.
Película de re-matrimonio y viaje al interior del país (últimamente se ha puesto de moda este choque cultural y sus consecuencias graciosas: La propuesta, Nueva en la ciudad) se funden en esta comedia que con un comienzo un poco gastado y un final esperable apuesta en su desarrollo a construir personajes maduros con conflictos propios de una pareja madura en su intento por recuperar el amor. Eso, algunos gags efectivos, el profesionalismo del elenco y poco más es lo que aporta un film que muestra a un Grant algo cansado de ser galán y a una Sarah Jessica Parker que lleva un pijama masculino de algodón como si luciera el mejor Donna Karan. Pero que como pareja asoman un tanto desangelados.
La histeria y el workaholismo propios de las grandes ciudades que construyen seres modernos y desolados se ven cuestionados de algún modo en la simpleza y la parquedad de los habitantes de los pequeños pueblos perdidos pero cuando todo esté llegando a su fin la vuelta a la normalidad y lo políticamente correcto demostrarán ser más fuertes que cualquier cambio posible. Y uno vuelve a confirmar que hay viajes que sólo nos suman millas.