Hay películas que no por pequeñas, en términos de presupuesto, dejan de instalarse en la memoria con una bella marca de alegría o un grabado de profunda reflexión. Por fortuna en menos de un año tres títulos bajo una misma temática revisten esas características. En mayo del año pasado fue la gran “El exótico Hotel Marigold” de John Madden; hace tres semanas la soberbia “Amour” de Michael Haneke, y esta semana se suma “¿Y si vivimos todos juntos?”, de Stéphane Ribelin. La intención no es comparar unas con otras; sino puntualizar la temática que las tres abordan con distinto criterio. Hombres y mujeres mayores de edad y sus elecciones de cómo vivir lo que les queda en este mundo. A su manera, cada una se las arregla para dar su mensaje y no pasar desapercibidas. Al menos no para los espectadores con sensibilidad.
Si en “El exótico Hotel Marigold” veíamos a un grupo de octogenarios hallar una salida esperanzadora “escapando” a otro país, en ¿Y si vivimos todos juntos? el director juega a encontrarla en forma interna. En una suerte de auto apoyo grupal en el cual, un grupo similar cede a sus mañas y defectos para sostener el ánimo de los otros. Una variante de que la unión hace la fuerza. Por distintas razones, las rutinas de Jean (Guy Bedos) y Annie Colin (Geraldine Chaplin); Dirk (Daniel Brühl); Jeanne (Jane Fonda); Claude (Claude Rich) y Albert (Pierre Richard) se ven afectadas ante la posibilidad de que un par de ellos termine en un geriátrico. Sucede que son amigos desde hace muchos años y claramente un ánimo repercute indefectiblemente en el de al lado como un efecto dominó.
Cada uno estaba con lo suyo. Desde cultivar una huerta casi por inercia, a leer el diario al lado de la ventana que da al patio de recreo de un colegio primario. Todos espejos de la vida o la juventud que se fue. Acaso ese contraste sirve mejor a la idea de la preservación del espíritu joven que el director intenta plasmar.
A estos efectos viene muy bien un reparto con tanta experiencia en esto de actuar bien para transmitir mejor. De hecho ver a un Pierre Richard contenido en su gestualidad, a una Geraldine Chaplin despojada de solemnidad en busca de picardía, o a Jane Fonda hablando libremente de los beneficios de la masturbación, le da al elenco el sano ejercicio del desacartonamiento, que se hace extensivo a la narración toda.
Por el contrario de lo que podría suponerse a priori leyendo el título y el reparto, ¿Y si vivimos todos juntos? no es una “comedieta” sobre viejos jugando a ser hippies, aunque sí está presente la idea de comunidad y las consecuencias de invadir los derechos del otro. En este sentido la su realización abre una esperanza al observar con atención y precisión el deseo de nuestros viejos de no ser ni olvidados ni abandonados, sobre todo por hijos que pretenden dejarlos en un supuesto sistema de contención tan frío como indiferente. Lo hace a través del humor, muchas veces la mejor herramienta para decir verdades.