Tratar de estar mejor
¿Y si vivimos todos juntos? (¿Et si on vivait tous ensemble?, 2011) tiene una ventaja inicial: sus actores. Geraldine Chaplin, Guy Bedos, Jane Fonda, Claude Rich y Albert Pierre otorgan a sus personajes la dosis perfecta de longevidad y juventud que necesitan. Juntarlos es la magnífica idea de un film que elige un lugar muy cálido y convincente para hablar de la vejez y la amistad.
Frente a las complejas situaciones personales que les toca vivir a causa de su edad, cinco amigos desde hace cuarenta años (dos matrimonios y un amigo en común) deciden ayudarse viviendo todos en una misma casa. A esta pequeña comunidad se sumará Dirk (Daniel Brühl), un estudiante de etnología cuya tesis gira en torno a la ancianidad en Europa, y que también oficiará de ayudante y confidente de todos ellos.
Cada personaje de esta historia tiene su carácter particular, sus mañas, sus imperfecciones; pero también su buen humor, sus virtudes, su alegría de vivir. La propuesta de la vida en común parece impensada al comienzo del film, pues juntar cada particularidad resultaría doblemente perturbador para cada uno de ellos. A pesar de que al principio la idea no les resulta muy convincente todos parecieran desear esta oportunidad por razones diversas y personales.
Así como sucedía en El exótico hotel Marigold (The Best Exotic Marigold Hotel, 2011), que también retrataba un grupo de gente mayor, estos cinco “viejos” tampoco lo son tanto. Es decir, no aparecen representados como seres ausentes de deseos. Si bien cada uno tiene los propios, la sexualidad es un tema que por momentos adquiere bastante centralidad, y eso abre nuevas posibilidades a la historia. No sólo que se permite entrar en el tema de la vida sexual de la tercera edad sino que así la película consigue matices cómicos y distendidos más que oportunos -por ejemplo, Claude (Claude Rich) intentando conseguir viagra para acostarse con una prostituta-. Incluso historias del pasado de cada uno de ellos generarán algunas confusiones en el presente.
El paso del tiempo, la muerte, las enfermedades, la amistad, el amor, son algunos tópicos que desarrolla el film. Hay ciertos aspectos que se muestran de manera más cruda, como Jeanne (Jane Fonda) buscando su propio cajón fúnebre. Aunque esto resulte algo extraño, lo cierto es que el director elige contar lo trágico de la vejez desde un lugar muy humano y sincero e incluso con algo de humor. Como si de verdad se tratase de la tesis de un etnólogo.
Lo que propone el film de Stéphane Robelin es una auténtica rebelión en una sociedad marcada por lazos confusos, y con escasos indicios de solidaridad. Reivindica formas comunitarias que hoy en día muchos parecieran tener olvidadas. “¿Por qué dejar a un amigo sólo en un geriátrico si podemos vivir con él?” se pregunta uno de los personajes. Y, aunque la película muchas veces consigue momentos un poco tristes y conmovedores, nunca cae en lugares comunes ni deja lugar a los golpes bajos. Porque esta historia habla de construir, de seguir generando lazos, amor, y momentos felices aunque el tiempo dicte sus límites.