Honrar la vida
El segundo opus del realizador francés Stéphane Robelin aborda el tema de la vejez y la soledad de la tercera edad desmitificando todos los aspectos negativos y en franca apuesta al deseo de vivir cuando aún se tienen ganas de hacerlo.
Los protagonistas de este film que mezcla con sabiduría momentos de comedia, humor y drama, atemperados con cierta crítica social de trasfondo forman parte de un elenco de lujo donde se destacan las actuaciones de Jane Fonda en el rol de Jeanne, quien intenta ponerle un poco de pimienta al último tramo de su enfermedad terminal para dejarle a su esposo Claude (Pierre Richard), quien padece trastorno de memoria reciente, el camino allanado junto a sus amigos de juventud entre quienes se destacan Geraldine Chaplin, casada y propietaria de una casa confortable en la que todos intentarán convivir para escaparle a los geriátricos y acompañarse mutuamente.
Es de reconocer que estamos en presencia de un grupo de ancianos de clase media francesa, con recursos suficientes como para sobrellevar su situación, sin la intervención del estado o de la seguridad social, aspecto que el film no toca en ningún punto porque se concentra en las peripecias de sus personajes y en esta suerte de experimento de la tercera edad cuando la Europa contemporánea presenta mayores índices de expectativa de vida que hace unos años, experiencia que formara parte de una tesis de un joven etnólogo alemán que se une a los ancianos y registra en un documental su quehacer cotidiano.
A diferencia de otras películas donde el tema de la sexualidad en la tercera edad o el deseo no se tiene en cuenta, en esta ocasión particular en Y si vivimos todos juntos aparece y siempre ligado al pasado como detonante de conflictos entre los hombres y las mujeres como parte de una subtrama que vuelve más atractiva la anécdota.