Sobre la vejez con mirada realista, pero sin tristeza
Jane Fonda, de 74 años muy bien llevados, no actuaba en el cine francés desde 1972, cuando participó en el contestatario "Tout va bien", de Godard y Gorin. Entonces ella también era contestataria. ¿Y sus compañeros de esta película? Geraldine Chaplin, hoy de 69, estaba haciendo preciosas obras con Carlos Saura y apariciones de buen precio en el resto del cine europeo. Claude Rich, hoy de 83, secundario de oro, ya había sido solicitado por Chabrol, Truffaut, Resnais, Mizrahi, que ahora está olvidado, etcétera. Guy Bedos, de 68, seguía en el music-hall, que era su reino. A Daniel Bruhl todavía le faltaban seis años para nacer, y muchos más para protagonizar "Good Bye, Lenin". ¿Y Pierre Richard? El gran cómico, hoy de 78, estaba en la cúspide mundial, protagonista de aquel maravilloso "Alto, rubio, con un zapato negro" que había creado Yves Robert.
Ahora lo vemos haciendo de marido de Jane Fonda. Por cierto, no había tenido partenaire más apetecible desde aquella Mireille Darc que le mostraba la espalda en "Alto, rubio...". El gesto de asombro que él hacía en esa escena, provocando la risa, es el mismo que ahora hace en otra clase de escena, provocando deliberadamente una sonrisa triste. Es que la obra habla de la vejez y sus varios males, y de la cercanía de la muerte. Atención, habla con franqueza, pero casi sin tristeza. Esta es una película liviana, donde los temas "densos" se diluyen francesa, amablemente, casi a todo lo largo.
Conviene reiterar el "casi". Es que hay, por lo menos, dos situaciones que pegan fuerte. Y si no pegan más, es porque el autor, Stéphane Robelin, es mejor libretista que director. Su libreto necesitaba un puestista como Dino Risi, Ettore Scola, incluso Jaime de Armiñan. Lo asumió él, y por un lado fue para mejor, si no salíamos todos llorando.