Esta película dirigida por dos realizadores argentinos, primera coproducción oficial entre Palestina y nuestro país reconocida por el Incaa, se estrena en un momento de máxima tensión en Medio Oriente, luego del traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén.
Ya en el arranque, los planos generales sobre los que se sobreimprimen los títulos del documental ayudan a reconocer el entorno en que se ubica el largometraje: una región militarizada, atravesada por muros divisorios y plagada de torres de control levantadas por las fuerzas de ocupación israelíes a partir de 1967.
Aún en ese contexto de hostilidad (en el film se cuenta cómo Israel detuvo a siete jugadores de un equipo palestino que terminó perdiendo la categoría después de ese incidente, por caso), muchos palestinos juegan -y muy bien- al fútbol en la calle y siguen de cerca las campañas de los dos grandes de España (Barcelona y Real Madrid) como si buscaran consuelo sumándose, a la distancia, a la celebración de victorias ajenas.
¡Yallah! ¡Yallah! logra transmitir con claridad y eficacia la incomodidad de vivir en ese ambiente en el que resuenan los ecos de la opresión. En este relato solo se escuchan las voces de los palestinos, agobiados por exigencias burócraticas que no permiten el desarrollo del deporte, un lenguaje universal que sobrevive incluso en uma zona de conflicto como esta.