Yarará

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Homenaje y búsqueda

Curioso es el caso de Yarará (2014), película homenaje que termina siendo un camino de búsqueda personal de Sebastián Sarquís, su director, y que siguiendo la línea de films que desnudan el artificio y el armado del soporte cinematográfico, potencia su propuesta al incluir una ficción dentro de ella.

Sarquís emprende junto a un camarógrafo (Rudy Chernicoff) y un especialista en serpientes, un viaje hacia los pagos en donde su padre, Nicolás Sarquís, filmó hace años una de las películas fundadoras del cine militante Palo y Hueso (1968). En ese volver al lugar de filmación, de desandar los pasos de su padre, y principalmente de acercarse al pasado de la película, hay un intento de homenajear, pero también de poder expresar por sí mismo, lo que siente él con respecto al cine, a su progenitor, a su entorno, y ver si puede contar alguna historia con la cual identificarse. Y qué mejor que hacerlo a partir de la historia de un regreso.

En el relato fragmentado de la vuelta de un ex presidiario a su lugar de origen, en donde casi asesinó a su padrastro, hay una sensibilidad por parte de Juan Palomino, que interpreta al preso, que sólo con su actuación -austera, minimalista, de pocos recursos- puede transmitir una sensación de sosiego a pesar del oscuro pasado que lo persigue y lo acecha. A partir de estos dos momentos que trascurren en paralelo (el director homenajeando a su padre, y el realizador intentando adaptar también una historia y ponerla en imágenes), la pasión por el cine desborda en cada fotograma y esa es la principal virtud del film.

Muchas veces se ha debatido acerca del cine como posibilidad de resguardo de la memoria colectiva, y también como lugar en el que el paso del tiempo se esconde. Sarquís sabe esto y por eso en un momento uno de los protagonistas de Palo y Hueso, Héctor da Rosa, se para en el mismo umbral en el que su padre registró una de las escenas más emblemáticas de su film, y allí la magia del cine, la pasión por la cámara, y la historia de la narración fílmica, trasciende ese momento armado para transformarse en poesía y a la vez en homenaje sentido de un hijo a su padre.

Más allá de cualquier error técnico, desprolijidad y hasta abuso de algunos recursos, Yarará funciona por la humildad con la que puede recuperar el pasado, acompañando en su largo andar a aquellos que su propio padre escoltó para conformar uno de los documentos más importantes del cine argentino.

Sarquís conmueve y además ofrece una visión sobre el río y sus costumbres desde la misma ficción que incluye el homenaje de construcción mesurada, que reflexiona sobre el cine y la identidad como nunca antes otra película pudo hacerlo.