La reunión de dos directores y guionistas tan disímiles en tanto mirada sobre el arte cinematográfico podía prever un total desastre o una inusitada joya.
Ni una cosa ni la otra, la premisa bastante original se va disolviendo en el transcurso del relato. Que sucedería si despareciera de la memoria colectiva, Shakespeare, u Oscar Wilde, en este caso los que se desvanecen de la historia son los Beatles, como si nunca hubieran existido.
Jack Malik (Himesh Patel) es un cantautor mediocre que tiene el sueño de ser alguien en el industria de la música.
A partir de un fenómeno a escala mundial, el mundo se apaga por 12 segundos, en el mismo momento en que nuestro héroe trasladándose en su bicicleta, es atropellado por un bus.
Al recuperar la conciencia en el hospital, la única presente allí es Ellie Appleton (Lily James), su manager.
Con el correr de los días se percata que es la única persona en el mundo que recuerda a los Beatles, por lo cual toda vez que canta una canción del cuarteto de Liverpool para el resto es pura novedad.
El problema del filme se instala en ese intento de conjunción entre Richard Curtis, (“Realmente amor”, 2003) aquí en su función de guionista y Danny Boyle (“¿Quién quiere ser millonario?”, 2008) como director, nunca llega a establecerse de manera fehaciente.
Tiene todos los ingredientes para poder haber sido una muy buena película, pero entre la necesidad del director de establecer lo inaudito como columna vertebral del relato y la historia de amor que establece el guionista, pierde fuerza y esa idea original termina por desarmarse.
Si bien el filme tiene momento de humor, y hasta despliega cierta inteligencia, para demostrar el deterioro de la cultura, estableciendo que en éste mundo siglo XXI, ante la música electrónica, y demás sonidos actuales y ensordecedores, la música de los Beatles serian éxito de manera inmediata.
Así como en “Bohemian Rhapsody” (2018, sobre la historia de Freddie Mercury) se sostenía por la música del grupo Queen y la actuación de Rami Malek, en ésta lo hace la música y la actuación de Lily James, en tanto Himesh Patel cumple sin destacarse demasiado.
En sus casi dos horas de duración algo del orden del entretenimiento queda establecido, y asegurado, como si fuese sólo una fábula, pero se construye pulsando homenajes diversos, deseos varios, como la presencia de Ed Sheeran como él mismo y dando cuenta de un muy sentido del humor y de la realidad, digamos.
Hay que reconocer que se respira mucho más al impronta de Richard Curtis que la mano de Danny Boyle para el desarrollo del relato, no es que sea fallido, pero está lejos de lo que supo hacer.
De manera tal que no pudo resolver la debacle del texto, el cierre de la historia, pues debe haber un final, se inclina más sobre la ficción romántica que sobre la idea directriz que impulso la producción.
En esa secuencia final se despliega, defraudando al espectador, toda la influencia hollywoodense que Curtis supo ocultar en anteriores producciones y Boyle no supo darle forma propia.
Una lástima, pues promete mucho más de lo que termina concretando, aunque ya se sabe que la distancia entre la idea original y la concreción de la misma es un camino largo y sinuoso.