¿Qué pasaría si…? Esta es una de las premisas o disparadores narrativos que todo creativo, ya sea un escritor o un director de cine, se hace en algún momento de su vida. A partir de esta consigna cabe un universo ilimitado de imaginación, con sus obvias consecuencias, claro. Este tipo de planteo trae aparejado un mundo alternativo; las famosas distopías, ucronías o mundos paralelos. Es decir que desde el vamos —tanto si es una historia de amor, de guerra, de espionaje o de terror— estamos ante una trama que tiene a la ficción especulativa como andamiaje principal.
Yesterday (2019), la última película de Danny Boyle, juega con esta consigna: ¿qué pasaría si…la humanidad entera olvidara vida y obra de Los Beatles? Es por demás interesante, más allá de si uno es o no admirador de la banda más famosa de todos los tiempos, especular con uno de los iconos que más influyeron a la cultura de masas y que en solo siete años de carrera lograron dar un giro copernicano a la música, la moda y las tendencias culturales de toda una sociedad. Sería inconcebible pensar en el arte —y me animo a hablar de todo el arte, sin ánimo de exagerar ni ofender— sin la influencia apabullante de John, Paul, George y Ringo. Aunque en la película de Boyle solo hayan dejado de existir la Coca Cola, el cigarrillo y Harry Potter —vaya uno a saber por qué— es muy acertado pensar que el grupo Oasis también haya pasado a mejor vida y no los Rolling Stones, aunque pensándolo bien, creo que nada de lo que aconteció después de la disolución de los Fab Four —por lo menos en el plano estrictamente musical— podría haber existido, pero bueno, esto solo una apreciación personal; una apreciación que concuerda con lo dicho en el film por uno de los protagonistas: “Un mundo sin Los Beatles, decididamente sería un mundo peor”.
La historia por absurda no deja de ser original, y es ahí en donde radica la sorpresa y la frescura de una película que nos regala un sinfín de temas que ya forman parte del imaginario colectivo.
Jack Malik (Himesh Patel) es un músico mediocre que intenta por todos los medios —con la ayuda incondicional de Elli (Lily James) que actúa como su manager de tiempo completo y amiga en las buenas y en las malas— trascender y hacerse famoso, o al menos un poco conocido. Perdida las esperanzas tras unas actuaciones lastimosas, con la confianza bajo tierra y el poco interés de familiares y amigos, la única que siempre está a su lado para sostenerlo es la bella Elli. Pero eso no alcanza. Tiene que producirse un milagro para que Jack Malik se convirtiese en algo interesante, por lo menos en el plano musical. Y, como en los cuentos de hadas, el milagro se produce. Un corte de energía a nivel planetario coincide con el momento en que a John lo embiste un micro y es arrojado al pavimento. Allí queda inconsciente todo el tiempo en que el mundo queda a oscuras. Cuando despierta en la cama de un hospital, encuentra a su lado a su amiga Elli, pero algo más había pasado. No solo perdió dos dientes —lo que acentúa su imagen de perdedor— sino que el mundo se perdió a Los Beatles. Nadie sabe nada de ellos, ni de sus canciones, ni de sus nombres, ni de su legado artístico. Hay guiños de neto corte melómano que quizás muchos no logren descifrar, pero ahí están, para delicia de los fans de la mejor banda del mundo. Incrédulo, Jack consulta a la madre de todas las enciclopedias y se horroriza ver que solo aparecen imágenes de escarabajos si teclea Beatles.
Aturdido trata de interpretar las canciones que siempre estuvieron en su cabeza, tratando de memorizar las letras y los acordes. Estas secuencias son interesantes porque nos da la pauta de que al no haber registros de su obra —hasta los discos desaparecieron— Jack solo puede acudir a su memoria, como la escena en que trata por todos los medios de acordarse de la letra de Eleanor Rigby. Y no le resulta nada fácil.
Pasado el shock, Jack se apropia de esas obras maestras y las empieza a tocar delante de sus conocidos y amigos. El recibimiento es de total incredulidad. Nadie puede entender cómo de un día para otro haya una persona —específicamente él— con tanto talento y tanta capacidad creativa. El mundo se rinde a sus pies, pero —y este es unos de los giros acertados del guionista Richard Curtis, el mismo de Notting Hill (1999) y Love Actually (2003)— para Jack esto es una lisa y sencilla usurpación de autoría. Cada vez que interpreta un tema de Los Beatles, Jack sufre de una manera casi dolorosa. Uno de los ejemplos claros es esa especie de duelo autoral con Ed Sheeran —que tiene un papel secundario en la película—para saber quién es capaz de componer una canción en un par de minutos para luego someterlas a votación y saber quién es el ganador. El bueno de Ed sale con un folk bastante aceptable pero predecible. Jack se despacha con “Un largo y sinuoso camino”. Todos quedan pasmados. Este dilema con los derechos de autor que atormenta a Jack, está latente en todo el film. Así y todo —la narración tiene que avanzar— Jack se hace famoso con la “interesada” ayuda de Deborah (Kate McKinnon) que se convierte en su inescrupulosa manager que solo ve en él una máquina de hacer dinero.
Yesyerday no deja de ser una comedia romántica hábilmente narrada y llena de toques humorísticos. Danny Boyle —Oscar al Mejor Director por Slumdog Millonaire (2008) y con una trayectoria por demás interesante y ecléctica con títulos como Trainspointing (1996), La Playa (2000), Exterminio (2002), 127 Horas (2010) y Steve Jobs (2015) — nos regala no solo un film fresco y espontáneo sino inteligente. Toda obra artística necesita de un contexto histórico para ser genuina y honesta parece ser una de las ideas que desliza el film. No en vano Jack tiene que hacer una escapada hasta Liverpool para dar un paseo por Penny Lane y Strawberry Fields, sitios emblemáticos si los hay, para empaparse de algo que carece por completo: memoria histórica y emotiva.
Si bien ya hubo intentos de utilizar a Los Beatles como excusa para contar una historia paralela —A Wanna Hold Your Hand de Robert Zemeckis (1978) y la excelente Across the Universe (2007) de Julie Taymor—, Yesterday parte de una idea extravagante y absolutamente divertida. Si a eso le sumamos las más de veinte canciones que aparecen diseminadas como misiles que llegan directo al corazón, el film de Boyle bien merece la pena, aunque más no sea para volver a escuchar algunas de las más de doscientas canciones de una banda única e indispensable.