Yesterday

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Una simpática propuesta narrativa que aprovecha el potencial de su premisa.

Ariesgo de sonar demasiado categórico y sin ser demasiado melómano, quien esto escribe siempre pensó que Los Beatles cantaban sobre el mundo como podría ser, mientras que los Rolling Stones cantan sobre el mundo como es. Más allá de la esperanza de unos y el derrotismo de otros, la diferencia entre estos dos conceptos es una punta que podemos utilizar a la hora de abarcar una película como Yesterday.

Creer en el ayer… y el ahora

A simple vista, uno podría pensar que Yesterday es una película sobre las consecuencias negativas de la fama. En particular sobre cuestiones como el hacer a un lado a los que más amamos y el ego sacando lo peor de nosotros. Si bien no elude a los preceptos típicos del género cinematográfico en el que está inscripta, son otros los temas que elige profundizar: el creer en uno mismo y el valor de un legado cultural.

Aunque se trata de un mundo donde aparentemente nunca existieron Los Beatles y solo el protagonista recuerda sus canciones, su éxito con las canciones del cuarteto de Liverpool no son lo que se dice inmediatas. El protagonista sigue cantando con inseguridad, le sigue pesando que no lo escuche tanta gente; hasta que un comensal del bar apuesta por él para dejarlo grabar en su estudio personal.

También es necesario señalar que al protagonista le pesa, por momentos, que el éxito le llegue más por las canciones de Los Beatles que por las propias. No te sirve de nada tener las letras y la música de una de las bandas más consagradas de la historia, si no crees en tu propio talento. Este concepto es, por otro lado, la vía por la que circula la subtrama romántica de Yesterday.

Respecto al tema del legado cultural, es necesario señalar una escena donde el protagonista tiene una reunión con el equipo publicitario de una poderosa disquera. Allí discuten los nombres de álbumes que sabemos son clásicos de Los Beatles. Las reacciones de los ejecutivos a los títulos, más allá de que genere risa, nos percatan de que la banda, como cualquier fenómeno de relevancia, son producto de su lugar y de su tiempo. Clásicos respetados, pero que de empezar a existir en la actualidad no tendrían un impacto similar.

También es destacable que sea alrededor de este tema donde se inscriben una gran parte de las humoradas de la película, donde el cuarteto de Liverpool es solamente uno de los muchos fenómenos culturales que al parecer nunca existieron en este universo.

Otro debate que plantea, en cuanto a lo que legado cultural se refiere, es sobre si el conocimiento humano le pertenece al mundo o si debería seguir condicionado por la ganancia financiera. Un debate en el que también se incluye la pregunta sobre cuál de los dos es la verdadera definición del éxito.

En cuanto a lo específicamente cinematográfico de la propuesta, es loable cómo los estilos de dos figuras de marcada impronta (el del guionista Richard Curtis y el del director Danny Boyle) nunca se pisan el uno al otro o se pelean por ver cuál gana la pulseada. El espectador percibe a los personajes y mundos idiosincráticos del creador de Cuatro Bodas y un Funeral y Realmente Amor, pero con un estilo visual lejos del habitual formalismo en el que se inscriben esas cintas.

Boyle se limitó a poner su particular lenguaje audiovisual al servicio de la historia que se está contando, sin cambiarle una coma. Si bien esta es una declaración obvia, es necesario traerla a colación cuando no faltan casos donde un director (que no escribe o escribe poco) adapta el material a su gusto y piacere, muchas veces relegando la labor del guionista a un segundo plano. Si aquí hubiera una pulseada, no cometan errores, el que gana siempre es Curtis.

No obstante, Boyle disfruta de la historia como un espectador más, como el primer espectador que necesariamente tiene una película: su director. Como si descubriera por primera vez, con ese júbilo bordeando en lo adolescente, a la magia de hacer películas. Contemplar esto hace que el haber abandonado Bond 25 se sienta como una decisión adecuada. Una decisión no muy alejada de la posición en la que se encuentra el protagonista de Yesterday.