Bochorno llamado Frankenstein
La película empieza con el monstruo llevando el cadáver de su creador por parajes del Polo Norte. A los tres minutos de proyección, el monstruo ya ha comentado todos los pormernores de cómo Victor Frankenstein lo construyó a partir de cadáveres, de cómo luego lo quiso desechar, y de cómo el engendro se vengó matando a su novia, lo que siguió con una persecución en el Polo. Pasados esos tres minutos de relato más bien sintetizado de la novela de Mary Shelley, todo lo demás es un delirio gótico que no tiene nada que ver con nada y es de lo peor que alguien se haya atrevido a poner en la pantala utilizando Frankenstein como título.
Es que para entender el tremendo sinsentido al que nos enfrentamos, Frankenstein, a quien pronto rebautizan Adam, se ve envuelto en medio de una guerra entre demonios y gárgolas celestiales que se viene desarrollando sin que la humanidad lo pueda percibir desde hace siglos. El monstruo logra deshacerse de estos dos bandos en pugna por un par de siglos, los que aprovecha para caminar por el mundo como Kung Fu cortándose el pelo no se muestra a qué peluquería fue- hasta tener un look bastante moderno que ayuda a que la acción empiece a tener lugar en algo parecido al mundo contemporáneo, aunque más lleno de discotecas darks.
Aquí es cuado Adam/Frankenstein retoma su papel en la lucha entre demonios y gárgolas, ahora con la participación de una joven científica que logra revivir a un ratoncito con electricidad. El asunto es penoso, y los efectos 3D son de catálogo, igual que el diseño de los demonios. Sólo de vez en cuando alguna imagen muestra algo de originalidad y alguna actuación un brillo mínimo salvando al film del desastre total.