Un monstruo perdido en el tiempo
Uno de los monstruos más visitados por el cine (después de Drácula) es Frankenstein, el personaje creado por Mary Shelley, la criatura que deambula despertando compasión y espanto entre la gente y marcando el triunfo del experimento de su creador, el Dr. Víctor Frankenstein. Una mirada sobre la vida después de la muerte.
Yo, Frankenstein comienza con el resucitado, ahora rebautizado Adam (Aaron Eckhart, visto últimamente en El Ataque a la Casa Blanca) llevando el cadáver de su amo. Con este esquema, el realizador Stuart Beattie elabora, sobre una historia suya y de Kevin Grevioux basada en la novela gráfica, un universo oscuro habitado por górgolas y demonios, en el que Frankenstein está en medio de una feroz batalla por salvar a la humanidad.
Alejada del espíritu del relato original y más cercana a la aventura y la acción urbana, la película podrìa haber elegido a cualquier personaje célebre de terror para impulsar una historia más atractiva. Enfrentamientos reiterativos entre lenguas de fuego, una cámara que propone vértigo visual gracias al 3D y la presencia de un villano escondido bajo una fachada humana (encarnado por Bill Nighy), conforman esta nueva aproximación al mundo de la criatura llena de cicatrices y ya nada temible.
Una estética similar a la vista en Van Helsing: El cazador de monstruos (2004), pero trasladada a la pantalla con escaso suspenso y misterio y con un Frankenstein que queda perdido en el tiempo.