Nuevas aventuras del que volvió de la muerte
La criatura a la que el doctor Frankenstein dio vida hace más de dos siglos sobrevive luego de vengarse del autor de su existencia y se encuentra involucrado en un presente oscuro y violento, y en la lucha sin cuartel que se libra diariamente entre gárgolas y demonios por el control de la humanidad.
La historia original escrita hace ya dos siglos por Mary Shelley ha sido revisada por el cine en varias oportunidades con abordajes totalmente distintos. Desde la clásica personificación de Boris Karloff, pasando por la desopilante versión de Mel Brooks en la que Peter Boyle encarnaba al monstruo, hasta el entrañable homenaje que Tim Burton plasmó en “Frankenweenie”, la historia de la criatura armada con partes de cadáveres y vuelta a la vida (¿con o sin alma?) ha frecuentado la pantalla grande con suerte dispar. Este intento de los productores de la serie de “Inframundo”, tomando como idea central la novela gráfica de Kevin Grevioux, no alcanza para reinventar un argumento ya demasiado conocido.
Los guionistas resumen rápidamente los hechos básicos de la novela original en los primeros minutos de la narración; a continuación sitúan a la criatura en el presente, donde se libra una batalla descomunal entre dos ejércitos de seres fantásticos. Por distintos motivos, ambos bandos quieren al monstruo con vida, pero nadie tiene en cuenta las tribulaciones que lo desvelan. Tampoco parecen demasiado preocupados por la línea interior del personaje los guionistas, dedicados casi exclusivamente a imaginar situaciones en las que Adam (así se llama la criatura en esta versión) tenga campo propicio para aniquilar rivales en medio de peleas resueltas mediante elaboradas coreografías. Como suele ocurrir en este tipo de filmes, la concepción visual es extraordinaria; los escenarios virtuales resultan sorprendentes, y los efectos especiales se ven espectaculares, sobre todo en el sistema tridimensional de proyección. Entonces, todo se limita a deslumbrar al espectador con alardes visuales, sin mayores contemplaciones con la estructura de los personajes ni con el desarrollo dramático de la trama.
Adam (interpretado sin matices por ese buen actor que es Aaron Eckhart) está muy lejos de aquel patético ser despechado por el rechazo que producía entre los seres humanos, según las páginas escritas por Shelley, y se parece más a un superhéroe de cómic. El cambio permite una hora y media de acción y violencia, pero desprecia las aristas más interesantes del clásico personaje. Con todo, entretiene y divierte, sobre todo a los miles de seguidores de este tipo de filmes.