EL PASTICHE QUE ARRUINA AL CLÁSICO
Yo, Frankenstein está basada en la novel gráfica escrita por Kevin Grevioux, quien por supuesto toma los personajes creados por Mary Shelley. Nada malo tiene en sí misma la novel gráfica como género, pero su condición muchas veces de pastiche a veces le juega en contra. Pastiche es un texto apócrifo sobre un personaje de ficción famoso o una relectura de alguna de sus historias. De este pastiche, algo muy común en la novela gráfica, surge una historia nueva en este caso, que funciona como una secuela del libro. La película arranca con un resumen apresurado y muy personal del famoso clásico de la literatura. La mala noticia es que esos primeros minutos son los únicos que valen la pena. Produce tristeza saber la bella historia que no nos van a contar, ver flashes de esa obra magna de la literatura. Los que amen el libro de Mary Shelley pueden en ese momento abandonar la sala. Lo que vendrá después no es solo un pastiche, es directamente un engendro difícil de aguantar. La criatura creada por Victor Frankenstein no envejece y atraviesa los siglos hasta llegar al presente. No está solo, sino que queda en medio de una batalla entre ángeles y demonios. Lo poco atractivo y lo insultante que es para la novela esta nueva variación podría ser pasada por alto si hubiera en toda la película algún momento entretenido, alguna imagen bella o algún instante de emoción o al menos de humor. Los motivos por los cuales llega a las salas una película así, son un misterio, los motivos por los cuales además trae copias en castellano mejor ni averiguarlo. Dan ganas de sacarse los anteojos 3D para no seguir mirando. El libro de Mary Shelley y las irrespetuosas pero igualmente buenas adaptaciones cinematográficas, siguen disponibles para al espectador y lector con ganas de acercarse a una forma de arte y entretenimiento más genuino.