Si recuerdan aquella lejana Van Helsing del 2004, notarán que hay demasiada similitud entre esta y la nueva película que hoy nos atañe: un hombre despreciado por su creador, que debe encontrarse en el nuevo mundo, y que, dispuesto a luchar por su propia vida, termina ayudando a una batalla que lleva siglos desarrollándose, en contra de un villano que desea conocer el secreto de la vida para revivir a un ejército. De hecho, en la interpretada por Hugh Jackman, el monstruo frankenstein también cobraba importancia, pues era el secreto de su renacimiento lo que buscaba Drácula. Ahora, es un demonio (interpretado por Bill Nighy), que en su pelea contra los ángeles -gárgolas (¿?)-, quiere revivir a su ejército de cadáveres.
Como una copia pero con ciertos detalles originales, el protagonista, Aaron Eckhart le da un toque acertado a esta producción. Si bien Eckhart no cumple con el estereotipo de hombre carismático y de buen cuerpo, haber puesto a alguien antipático le da un plus al intento de crear un ser que no encaja en la sociedad.
La película no es mala. A quienes les guste este tipo de películas la disfrutarán por los buenos efectos que
tiene. El problema es que esta historia ya la hemos visto muchas veces: Inframundo, la ya mencionada Van Helsing, Legión de Arcángeles y un largo etc que nos hacen preguntar cuántas veces más tendremos que soportar la misma idea pero con otros nombres y otras caras. Aunque se supone que es adaptación de un cómic, sigue siendo cansado que no exista innovación en el entretenimiento.