Propuesta distinta que va y viene entre la comedia agridulce y el humor insólito
Hay algo en “Yo, mi mamá y yo” que excede el hecho cinematográfico, más allá de un planteo visual netamente teatral desde la forma y el contenido: la capacidad para desnudar el alma y los sentimientos a partir de la revelación del pasado, sus consecuencias en el presente, y la certeza del futuro de una persona. Este despojo de preconceptos para referirse a sí mismo convierte a la obra, por el acto de generosidad de su creador, en una referencia ineludible a la hora de lidiar con los tabúes generados por las actitudes de una sociedad (con la familia como botón de muestra) teñida por los prejuicios que conforman la discriminación.
Guillaume Gallienne, miembro estable de la Comédie Française, aborda un texto en primera persona (luego va variando) para narrar su vida enfocada hacia el costado prejuicioso que tuvo que soportar por parte de su familia primero, y por todos los entornos por los que pasó después. La escena inicial lo tiene a él a punto de salir a escena en lo que se adivina una obra teatral. Ya en esos primeros minutos las referencias a su madre, por la cual siente una adoración obsesiva, contrasta con el trato que esta, personificada por el propio Gallienne, le dispensa. Así entramos en un código de teatro del absurdo en donde la exacerbación de las situaciones nos pone en la necesaria práctica de entrar en el juego. Muchas de las situaciones son hilarantes al punto de olvidar que es Guillaume quien atraviesa por todas estas situaciones. La propuesta remite de inmediato a aquella “El rey de la comedia” (1973) donde Robert De Niro quería triunfar en el mundo del Stand Up con una rutina, tan brillante como cruel, sobre su propia vida.
La diferencia está dada por los manejos de los tiempos. Es como sí desde el guión literario hubiera un coqueteo con todos los tiempos cinematográficos, en especial un tiempo abolido en donde los personajes entran y salen aportando realidad a la imaginación (la escena en la cual el protagonista se sumerge en el mundo de las películas sobre Elisabeth “Sissi” de Wittelsbach, emperatriz de Austria y reina de Hungría, inmortalizada cinematográficamente, en 1955 y 1956 como “Sissi”, encarnada por Romy Schneider), o imaginación a la realidad (las sesiones de terapia, por ejemplo).
El texto, autobiográfico por si hace falta aclararlo, atraviesa momentos hilarantes, y de los otros, los que ponen una pausa brusca a la risa que trabajan una sana incomodidad en el espectador. En especial cuando se aborda el período de la pubertad en el cual se produce una gran cantidad de definiciones en la personalidad, incluyendo la sexualidad. En este punto es donde, deliberadamente, los diálogos y las situaciones juegan con el morbo y lo que cada uno proyecta sobre el personaje para intentar clasificarlo. Este juego es el más interesante de una película sostenida casi exclusivamente por la actuación de Guillaume Galliene y su muy creativa forma de narrar su historia que, por cierto, también funciona como una manera de expulsar los fantasmas del pasado y hacer catarsis.
“Yo, mi mamá y yo” es una propuesta distinta que va y viene entre la comedia con sabor agridulce y el humor insólito. Gran novedad desde Francia. Enhorabuena.