Yo, mi mamá y yo

Crítica de María Paula Rios - CineramaPlus+

Ya estamos acostumbrados a que algunos cineastas hagan catarsis, de sus conflictos edípicos, en la pantalla. Desde Hitchcock, a través del suspense, hasta Dolan y sus dramas. Ahora es el turno del francés Guillaume Gallienne, quién en tinte de comedia indaga sobre su identidad sexual, responsabilizando a su madre por sus supuestas elecciones.

Pieza teatral devenida en guión cinematográfico, Galliene adapta a la pantalla grande su historia autobiográfica. Un adolescente, de clase burguesa acomodada, fascinado por su madre al punto de imitarla hasta en sus mínimos gestos. Él quiere ser su madre, él quiere ser una chica, esta es la proposición inicial.

Al comienzo del filme Guillaume se presenta en un escenario y relata la génesis de su obra de teatro. Desde este ámbito teatral se remite a lo cinematográfico y aquí comienza el desarrollo de los episodios de su vida en forma de flashbacks. Guillaume aprendiendo a bailar flamenco como una mujer, interactuando con su madre en la casa familiar, con sus amigos en el internado…Guillaume tratando de reconocerse.

Guillaume tiene modos muy femeninos, le encanta disfrazarse de la emperatriz Sissi…admira a las mujeres y las imita. Sus amigos y la misma familia lo encasillan como “mariquita”. Él mismo duda de su sexualidad, ¿o lo hacen dudar? Su madre, como un alter ego (el actor se desdobla para interpretar este rol), lo obliga a ocupar ese lugar simbólico de la hija que nunca pudo tener.

Yo, mi mamá y yoes una coming age en tono de comedia. A pesar de la estilización y el glamour francés que rodea el filme, los chistes son de trazo grueso. Está tan teatralmente pensado y tan estructurado que no hay lugar para la espontaneidad, el humor funciona de manera impostada y encima es burdo. Todo este esquema para abordar una cuestión que, por el contrario, tendría que ser fresca, sincera y espontánea. Sin tener en cuenta la carencia de causas cinematográficas que hacen al protagonista, finalmente, ser heterosexual. Otro falló en la construcción del devenir del relato y el personaje.

Tanto ornamento barroco, tanta excentricidad, tanta artificio, tanto humor adulterado, sumada la demagogia psicoanalítica, debo confesar que me transportaron al paroxismo de lo insoportable.

Por María Paula Rios
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