El coming-out de un francés afeminado
Guillaume (Guillaume Gallienne, famoso actor a sueldo de la Comédie Française, el equivalente del Teatro Colón para el teatro francés), un adolescente de la alta burguesía francesa, está fascinado por su madre -también actuada por él-, con la cual la gente lo confunde a menudo: tienen la misma voz afectada. Tiene también maneras afeminadas, le gusta travestirse y no le gustan los deportes. Para el resto de su familia, sus padres, sus hermanos, sus tías, es obvio: es gay. Lo asimilan a una chica y están convencidos, casi lo decretan, que es gay.
Esa comedia que es Yo, mi mamá y yo es también una “autoficción” cinematográfica, es decir una mezcla de autobiografía y de ficción, que gira precisamente alrededor de ese prejuicio, según el cual un hombre afeminado es necesariamente homosexual. Esa confusión, entre los géneros y entre una madre y su hijo -esa última temática probablemente genere cierto interés dentro del público porteño-, sumado al desdoblamiento del protagonista entre él mismo y su madre, es una de las buenas ideas de la película. Las apariciones regulares de la madre, con una mezcla de elegancia parisina y vulgaridad, y sus comentarios irónicos sobre la ingenuidad de su hijo, funcionan a pleno, aprovechándose del contraste entre el virilismo de ella y el manierismo de él.
Sin embargo, además del hijo y de la madre, Gallienne quiso hacer todo, absolutamente todo o casi. Es también el guionista y el director de la película, que adaptó de su propia obra de teatro donde hacía todos los personajes -por eso los vaivenes entre la sala de teatro donde monologa y las escenas sacadas de la vida real-. El primer problema del Gallienne, actor (doblemente), guionista y director, es que decidió poner a Guillaume hijo en cada plano. Infelizmente el actor se destaca mucho más como Guillaume madre que como Guillaume hijo y esa acumulación de Guillaume hijo termina siendo medio insoportable. Su segundo problema es que elaboró una película que termina siendo una acumulación de sketches, donde Guillaume aprende siempre un poco más sobre él mismo hacia su coming-out final: Guillaume en el pensionado francés, luego en el pensionado inglés, Guillaume durante el proceso de selección para el servicio militar, Guillaume en el consultorio del psicoanalista, Guillaume en el spa bávaro, Guillaume en el boliche gay. Como en muchas películas de sketch (¿todas?), el nivel de cada uno de ellos es desigual. Algunos resultan ser muy divertidos (la escena en el dormitorio del pensionado francés, el encuentro con los psiquiatras del ejército en su minimalismo, el encuentro con el psicoanalista), pero muchos otros no (los encuentros con los homosexuales o con los otros psicoanalistas que tienen desenlaces bastante comunes). Tampoco son todas logradas las transiciones entre los sketches, como por ejemplo la del semental.
Por lo tanto, por un exceso de Gallienne, Yo, mi mamá y yo no convence del todo. Además, alimenta con una escena de “air douche” -el equivalente del “air guitar” para tomar una ducha- esa fama, obviamente totalmente inmerecida, de no bañarse que tienen los franceses para algunos argentinos. Y, para un francés que vive en Argentina, eso es absolutamente imperdonable.