La historia de Bernardo (Oscar Martínez), el prestigioso arquitecto que acaba de enviudar, empieza muy bien. Con un humor negro, ácido y sorprendente para un acontecimiento sombrío: la muerte de su mujer y su negativa a cumplir el último deseo de ella, que quería convertirse en cenizas lanzadas en el mar de la costa española. Pero Bernardo es un tipo inflexible. Aunque después de una tragicómica secuencia de entierro y despedida, cuando la tumba es profanada, terminará por poner rumbo a Europa. Allá descubrirá algunas cosas sobre su difunta que ignoraba por completo, en una especie de aventura en la que lo acompaña un broker quebrado (Carlos Areces) y que acumula situaciones de comedia negra, de enredo y líos, aunque también se pone seria. Es mucho, probablemente, para que ese buen arranque se mantenga a la altura durante su hora y media. Pero, aún desgastada, la peripecia de este argentino en España no pierde del todo su gracia.