Película un tanto complicada en tono, muy variante, y que por lo tanto me cuesta un poco analizar y decir para qué lado de la balanza queda.
Todo el opening me pareció maravilloso, la manera en la cual un viudo lidia con la muerte, los detalles que dan para pensar en una subtrama paranormal, la negación, el cambio de vida.
Pero de repente hay una fractura y con el cambio de locación, se vuelca la historia para un lado un tanto absurda, en donde hay personajes más pintorescos, indefiniciones, y una comunidad nudista.
Lo mismo sucede en el tercer acto, vuelve el drama, pero ahora con toques de comedia, y los personajes vuelven a cambiar.
Lo que sucede con la propuesta, es que cada uno de los tres actos están muy bien en sí mismos, pero no pegan entre ellos. No hay una armonía narrativa ni progresión lógica que justifique ciertos comportamientos.
Esta estructura poco convencional causa que no haya una definición certera sobre el film.
No me aventuro a decir que a la mayoría le gustará o disgustará.
Asimismo, celebro eso. Me gusta cuando las películas rompen estructuras y se diferencian del resto.
El director español Santi Amodeo logra una puesta correcta y mantiene un humor peculiar a lo largo de la cinta.
El mayor atractivo, tal como era de esperarse, es Oscar Martínez, pero en un papel que no requiere demasiado de sus habilidades.
Por su parte, Carlos Areces está un poco desaprovechado en un registro que no es el que lo caracteriza.
Yo, mi mujer, y mi mujer muerta entretiene y te intriga por el desenlace de los personajes, aún cuando el balance no quede bien en claro.