Yo, mi mujer y mi mujer muerta: Un viaje hacia la nada.
Santi Amodeo, un director español, dirige su primera co-producción, esta vez con nuestro país Argentina, y con la presencia protagonista del excelente Oscar Martínez. ¿Vale la pena ver Yo, mi mujer y mi mujer muerta?
Curiosa como poco es la propuesta con la que arranca el film, con las esperanzas altas y con una excelente mano. La historia comienza con la muerte de la esposa del protagonista, Bernardo. Ella había dejado en su testamento que quería que sus cenizas sean esparcidas en una costa de su país de origen, España, especificando el lugar como una especie de balneario al que le gustaba ir. Es ahí cuando el personaje interpretado por Oscar Martínez, luego de unas idas y vueltas, emprende un viaje de descubrimiento hacia el deseo de su ahora difunta mujer.
La propuesta, que de por si es interesante, se ve en sus comienzos potenciada por un poderío visual y sonoro para transmitir esa soledad que sufre Bernardo. Sus juegos en las luces, sus planos largos que lo único que transmiten es tristeza y desolación, son un excelente comienzo, pero que lamentablemente caen y bajan muchísimo su nivel con la llegada del segundo acto en la historia. Todo lo que la película hace bien en su introducción, desde su seriedad, si cinematografía o su guion, desaparece con el pasar de los minutos, y pasa de tener una intensidad dramática fuerte a jugar con la comedia bizarra.
Este juego de géneros termina dejando un resultado difuso, un producto sin decidirse, que no es lo suficientemente serio como para destacarse en el drama y que claramente encuentra dificultades para construir gags lo suficientemente divertidos como para lograr la comedia. Obviamente, el humor ya entra en terreno subjetivo, pero no es solo que sus chistes den o no den gracia, sino que estructuralmente, la película sufre mucho de esta falta de definición, y hace que los momentos dramáticos queden muy diluidos. Toda esta propuesta técnica asombrosa que veíamos en la primer parte no se muestra de la misma forma en el desarrollo efectivo de la trama, y es de lamentar esta ausencia, sobre todo con lo bien que había comenzado.
El guion es también un claro sufrido del abarque indeciso en el género. Sus personajes son algo chatos, y tiene personajes secundarios demasiado irrelevantes, que pese a que alguno que otro termine agregando algo de frescura a una narrativa repetitiva y monótona, son elementos del montón y solo están para activar o guiar al personaje en distintos momentos de la historia. Todo esto sin hablar del final, que sin entrar en spoilers claramente demuestra la inutilidad de estos secundarios y pone en evidencia la poca profundidad de lo que logra transmitir.
El problema en este film no es que no se pueda tomar en serio, ni que no sea suficientemente profunda, sino que en reiteradas ocasiones la trama en si se frena para aparentar complejidad. Obviamente, Oscar Martínez realiza un excelente papel, y junto al comienzo de la trama es uno de los elementos más importantes a destacar en esta obra tan irregular y quizás decepcionante, comprendiendo el potencial de lo que contaba. Aún así, no se puede decir que es una mala película, porque hay obvios elementos cinematográficos y de nivel de trabajo que la separan de un film promedio. Es su ejecución y desarrollo lo que la alejan de ser una obra notable a una película pasable.