Ya sea una astuta respuesta o una extraña casualidad, el director de cine Wes Anderson acaba de estrenar la película más Wes Anderson que jamás haya hecho.
Los beneficios del retroceso Bad Boys es una película de 1995, Bad Boys II es del 2003. ¿Era necesaria Bad Boys para siempre, la tercer entrega de la franquicia, 15 años después de la original? ¿Qué tiene para decirnos el regreso de esta saga como para justificar su existencia? No sé si la película en sí nos lo dice explícitamente… Pero hay muchas cosas para reflexionar. El cine de acción tuvo un pico muy alto en la década de los 80 y los 90. Películas como «Duro de matar» (1988), «Fuego contra fuego» (1995) o «Arma mortal» (1987) exhibían una forma algo frenética pero a la vez muy controlada sobre cómo filmar tiroteos o persecuciones. Hasta la ciencia ficción se animaba a hacer películas como «Terminator» (1984) o «RoboCop» (1987), que claramente tenían una visión autoral sobre las formas y su significado, dentro del cine comercial, algo similar al surgimiento del terror en los 70 con «Halloween». Casi al final de esta generación de cine de acción comercial, Michael Bay, (el tipo de las explosiones) dirigió su ópera prima, la cual llamó Bad Boys, y aunque no haya sido la mejor de todas las que acabamos de mencionar, si es la que más deja claro su faceta de transición hasta la acción más moderna. badboys2 En Bad Boys vemos planos en cámara lenta, vemos explosiones por doquier y vemos una tendencia clarísima hacia el exceso total, todos elementos que pueden ser tomados como características de algunas de las películas más célebres y populares del siglo XXI. Pero, por otro lado, la química entre sus dos actores principales (Will Smith y Martin Lawrence) bebía un poco más de ese cine de acción que tanto apreciamos. Algunas de sus escenas de acción hasta jugaban con la creatividad y el estilo del que hablamos. Luego Michael Bay abandona casi por completo estas ideas y se precipitó más al estilo actual de cómo filmar escenas y películas de acción. Bad Boys para siempre no está dirigida por Michael Bay, el director de las dos antecesoras, sino que tiene a sus mandos a una pareja de directores belgas poco conocidos y con una identidad autoral mínimamente dudosa. Bilall Fallah y Adil El Arbi, son unos perfectos imitadores. Este estilo que tenemos en las primeras películas de la franquicia es repetido y copiado continuamente en el nuevo film. Esa acción barata se conecta con secuencias creativas y a la vez, con personajes aparentemente interesantes que, aunque siguiendo clichés y estructuras arquetípicas, logran diferenciarse de la multitud. Esto que sucede en la dirección podría ser tomado como una reinterpretación de la dirección de Michael Bay, ya que el guion habla un poco sobre dejar lo nuevo y aceptar la vejez y la edad, pero teniendo en cuenta la mano de los directores, parece ser más una coincidencia que una búsqueda consciente. Esta poca mano de los directores se vislumbra porque, rítmicamente y visualmente, Bad Boys para siempre es super desprolija. Los saltos de eje, los errores de continuidad y la desconexión de la paleta de colores se muestran claramente como errores de novato en esta historia, que en ningún momento son molestos realmente debido al tono del film, pero que claramente si comprueban el trabajo por encargo y el poco compromiso de los directores. Más que el de copiar y mimetizar un estilo ajeno. Del lado contrario tenemos el trabajo de Will Smith y Martin Lawrence, que obviamente funcionan muy bien. Muchos de los personajes anteriores vuelven para esta tercer entrega, pero vale la pena aclarar que no es necesario en lo absoluto hacer un maratón previo al film para poder entender la trama o la gran mayoría de los chistes. La pareja actoral deja todo en este film para sacar lo mejor que se podía hacer. Se nota que es una franquicia importante para ambos, ya que en su momento supo llegar en instancias cruciales para las carreras de ambos intérpretes, y es quizás por esa razón que vemos este muy buen trabajo, específicamente en Will Smith. Luego los secundarios están correctos, quizás con la sorpresiva aparición de Vanessa Hudgens (Gabriella Montez de High School Musical) y con un grupo de actores un poco más robóticos pero que cumplen. Es en el guion de la película donde vemos, quizás, uno de los pocos cambios interesantes en relación a las anteriores entregas que, vale la pena aclarar, no repitieron equipo de escritores en ninguna ocasión. Aún así, las dos primeras películas si mantenían un estilo similar entre sí. Esta tercera, aunque no se aleje del todo, si apuesta por llevar la historia a algo mucho más personal. Mientras que en las primeras dos el conflicto era casi siempre una cuestión nacional y monumental, acá vemos un desarrollo mucho más interno sobre los protagonistas. No es que no haya existido en las entregas anteriores, pero teniendo en cuenta todo lo que copia de lo previo, se agradece. Y bueno, después de hacer todo este análisis, ¿vale la pena Bad Boys para siempre? ¿Qué trae de nuevo? La respuesta es clara. No trae nada nuevo. Pero, por otro lado, se siente definitivamente como una película de los 90, algo que es quizás de agradecer. ¿Es de agradecer? ¿Son los hermanos Russo (directores de las principales películas de Marvel) peores que los primeros años de Michael Bay? No me animaría a definir eso, pero si es interesante que existan ambos estilos. Como fanático de las primeras dos, la película cumple con lo que promete. Soluciona (muy poco) algunos de los vicios de Michael Bay y trae consigo un retroceso a un mundo donde las películas de acción atendían a un subtexto. Había algo más, casi siempre. Con ello, se trae también algunas de las cosas más planas y poco interesantes de ese estilo porque, de nuevo, no lo reinterpreta en lo absoluto, sino que lo copia. Y copia de alguien que tampoco hacía las cosas tan bien. En conclusión, Bad Boys para siempre es una película de acción entretenida y que se siente como una historia de los 90, pero en 2020. Will Smith y Martin Lawrence están muy bien y repiten una química que está probada, chequeada y recontra chequeada con anterioridad, pero que se mantiene casi intacta. Desde la dirección también vemos una repetición bastante robótica y poco inspirada, pero que plantea y recuerda a un cine que hoy cada vez se hace menos. Los fanáticos la disfrutarán, y si va bien en taquilla, quizás funcione como un ejemplo para que, mínimamente, se pueda repetir un formato que ya no se hace tanto. Y que existan ambos. ¿No estaría bueno ser un poco malos de vez en cuando?
El escándalo: Una película importante. El cine siempre tiene como función primordial la de entretener al espectador. Se puede hacer llorar, reír o simplemente solazar. Pero si hay algo que las buenas películas tienen en común; y es que logran entrar directamente en el alma de la persona que las ve. ¿Es «El escándalo» una de esas grandes obras? Esta película cuenta la caída de uno de los acosadores sexuales más importantes de los últimos años. Roger Ailes, el fundador y presidente de Fox News. La historia resulta fuerte e interesante de retratar desde la decisión de llevarla a la pantalla grande, pero no queda relegada en lo absoluto a ser simplemente una buena historia. Su cinematografía se divide quizás en lo que sería dos grandes formas de contar los sucesos. La primera es quizás la más fallida de todas; tenemos un intento de narrador en primera persona que por momentos rompe levemente la cuarta pared y simplemente resume lo que está pasando. Esto se puede entender más viendo que el guionista de este film es Charles Randolph, conocido por escribir entre otras historias, la de «The Big Short«, dirigida por Adam McKay (Vice, Anchorman). Esta forma de narrar, que bajo el mando de McKay queda muy bien y le da un ritmo genial al relato, queda algo trunca en «El escándalo«, pero por suerte, no sucede en demasiadas ocasiones y termina resultando más una nota al pie que una preocupación real. En cambio, en la segunda forma radica totalmente el peso dramático del relato y toda su calidad. Con un poderío visual, el director Jay Roach (que viene de hacer comedias como «La familia de mi novia» o «Austin Powers«) genera situaciones y momentos sumamente cinematográficos. Todo lo que aparece en cuadro tiene un segundo significado, cada encuadre tiene un porqué y, a pesar de no generar imágenes icónicas, logra acompañar el guion muy bien. Para completar el buen relato, la película reúne un elenco de un nivel altísimo y que, dicho sea de paso, logran un desempeño totalmente a la altura de sus nombres. En el rol protagónico se encuentra la camaleónica Charlize Theron, que resulta prácticamente irreconocible gracias a un gran trabajo de maquillaje. Equipo de maquillaje que, dicho sea de paso, se llevó hace unas semanas un premio Oscar por dicha categoría. Su personaje, y las dudas que tiene en consecuencia, son un gran punto a favor y una gran ayuda para narrar esta historia. Luego, en los acompañamientos secundarios, nos encontramos como figuras como Nicole Kidman y Margot Robbie. Estos personajes son cruciales y están interpretados adecuadamente. Quizás sorprende en mayor medida el caso de Margot Robbie, quien no para de demostrar su rango actoral tan variado en películas como «Once Upon a Time in Hollywood«, «Harley Quinn: Birds of Prey» o «The Wolf of Wall Street«, y logra gracias a esto anotarse en la lista de una de las actrices más prometedoras y con mayor potencial del mundo hollywoodense. Para finalizar, tenemos también un destacable rol de John Lithgow interpretando al presidente de Fox News, Roger Ailes. Quizás este sea el personaje menos cuidado de esta lista de destacables, gracias a caer algunas veces en la sobreactuación, pero su personaje llega a costados sumamente desagradables y el actor tiene bastante mérito en esto. Todas estas actuaciones, igualmente, están apoyadas en una dirección muy clásica en sus formas, siendo una propuesta invisible, fácil de digerir y dando espacio para que los actores muestren su talento. Lo que no es fácil de digerir es lo fuerte que resulta la historia que cuenta la película. Quizás si uno está más al tanto del resultado final que sucedió en la vida real, es decir, si uno conoce los detalles del caso con anterioridad, no se influenciará tanto. Pero, si se desconoce totalmente lo que pasó, o vagamente como es el caso del que les escribe, se encontrará con algo extremadamente fuerte. Es en esta emoción donde se esconde la real intención de toda la película. En un tono prácticamente documental, «El escándalo« narra de una forma muy clara lo que sucedió en Fox News. Tiene como objetivo final, el de generar conciencia. Luego es cierto, hay una película detrás, existe un guion con diálogos cuidados y con una estructura pensada. Pero, todo lo cinematográfico resulta una excusa de algo mayor. Al terminar su visionado, te deja una sensación difícil de describir más que con una palabra algo pretenciosa pero sumamente específica para este caso. Una sensación importante.
Sonic: Lo bueno, si es chiquito y azul, doblemente bueno. Si hay un subgénero infame en el mundo del cine, es el de las adaptaciones de videojuegos. La lista es extensa, y cada uno de sus exponentes demuestran que el simple hecho de poner un personaje que ya es conocido en otro medio no significa que lo que salga del experimento sea bueno. ¿Y qué pasó acá en «Sonic»? ¿Funcionó el experimento? Sonic supo ser, pidiéndole permiso a un fontanero italiano y japonés, el muñeco más conocido del mundo del videojuego. En Argentina específicamente se consumió muchísimo, gracias a que las consolas de Sega eran más «amigables» con sus precios y sus videojuegos. Es por eso que el simple anuncio de una adaptación así, tan importante para la cultura popular, resultó en un suceso importantísimo. Y el primer tráiler fue, como mínimo, fallido. Cualquier persona con redes sociales activas puede recordar el tráiler de hace un año, donde vimos el dibujo del erizo de Sega de una forma bastante peculiar y no muy querida por los fans. O en realidad, no muy querida por cualquier persona con un mínimo de criterio. Por suerte, desde Paramount/Sega o la persona que haya dado la orden, se rediseñó el personaje de Sonic para esta película con un aproximamiento muy parecido al de los videojuegos, y el resultado final, una vez vista la película, está muy bien logrado. Y con aún más suerte, y definitivamente algo de talento, el rediseño de Sonic no es lo único bueno del experimento. «Sonic» cuenta la historia de un erizo azul que quiere volver a su planeta natal ya que el malvado Dr. Robotnik descubrió su existencia y está a la caza de Sonic. Con la ayuda de un policía amigo, el erizo deberá conseguir la forma de esquivar los ataques del doctor/científico malvado y salvar su propio pellejo. Obviamente, por si queda alguna duda, el tono de la historia es claramente juvenil. El que venía esperando, por alguna extraña razón, una adaptación profunda y compleja que reflexione sobre para qué sirve correr tan rápido como Sonic, saldrá decepcionado. Pero, vale la pena aclarar que, a pesar del target elegido, la película logra funcionar para los adultos gracias a algunos chistes, referencias y guiños a los fans de la franquicia videojueguil. Este guion, que como aclaramos no viene a revolucionar nada, si resulta realmente divertido en algunas ocasiones. El humor va de la mano con algunas secuencias de acción muy buenas y sumamente visuales, demostrando que a pesar de lo que se podía imaginar en ese primer avance, el producto final si tiene una atención al detalle y un cuidado en general muy positivo. Puede que en algunos momentos las situaciones resulten algo estereotipadas y que nos encontremos con momentos demasiado predecibles, pero entendiendo el target al que se apunta, se puede perdonar. Es quizás en la resolución de algunos de sus conflictos dónde encontramos «lo más malo» de este guion. Con poca creatividad, algunas situaciones se resuelven de maneras demasiado simples, haciendo que toda la construcción narrativa tambalee bastante y desdibuje un poco el producto final. Eso sí, como aclaramos más arriba, las escenas de acción están geniales y son, junto a la actuación de un personaje específico, de lo mejor de la peli. Y al hablar de un personaje específico, estamos hablando de nada más y nada menos que el villano Dr. Robotnik y la hermosa interpretación de Jim Carrey. Su regreso al mainstream de la pantalla grande es interesante para cualquier fan del actor, que en su interpretación recuerda a personajes tan queridos como el de «The Mask», una clara influencia para la construcción actoral de este villano. A eso se le suma la voz de Ben Schwartz para Sonic, que genera una mezcla de ternura y comedia muy fresca. ¿Y qué significa todo esto? Porque, tal como aclaramos al comienzo de la crítica, la fama de las adaptaciones de videojuegos siempre ha sido negativa. ¿Qué hizo bien «Sonic» para que salga bien lo que siempre sale mal? Simplemente hacer una buena película. Parece haber una vagancia importante a la hora de adaptar estas obras, considerándolas de menor calidad o con un fandom más ciego. Pero lo que acá «Sonic» demuestra es que las referencias y el fanservice deben ser lo secundario. Tiene que haber algo más detrás para poder sustentar una película a largo plazo, y por el resultado final de este experimento, desde la productora seguro estarán más que contentos con el potencial de generar secuelas cinematográficas de este personaje. A la larga, hacer algo bueno te deja mejor parado, siempre. «Sonic» es la mejor adaptación de un videojuego a la pantalla grande. Tuvimos que esperar casi 50 años de historia del videojuego para lograr una adaptación a la altura de las circunstancias, y aunque no venga a revolucionar nada ni tenga una historia específicamente creativa, si deja huella de cómo se debe hacer este tipo de películas. Buenos actores, un guion divertido y un ritmo bien llevado convierten a «Sonic» en un gran potencial a largo plazo, generando una oportunidad para que los más chicos conozcan la icónica figura del erizo de Sega y dándole al fan un producto cerrado y bien logrado.
Jojo Rabbit: Hitler en la mente de un niño. ¿Qué es lo primero que piensan si les decimos que existe una película donde Adolf Hitler, interpretado por el mismísimo director del film, se proyecta en la mente de un niño alemán en plena segunda guerra mundial y es su amigo imaginario? Con un tono aparentemente bizarro y de comedia, «Jojo Rabbit» (2019) llega a los cines dirigida por Taika Waititi (What We do In The Shadows, Thor Ragnarok) y con un elenco de actores como Scarlett Johansson, Sam Rockwell y Rebel Wilson. Lo primero que se nos puede venir a la cabeza es qué tan irreverente es todo. Dependiendo obviamente del juicio y el gusto del espectador, la película siempre juega del lado de quedar respetuosa y prudente, mucho más que el de ser una auténtica locura. Esto le termina jugando mal en algunas ocasiones, ya que su humor queda en un tono simplón y poco logrado. Obviamente tiene sus buenos chistes, pero los malos logran opacar la gran idea que podría generar una película de comedia libre de prejuicios en 2019, con lo difícil que está resultando últimamente esto. Vale la pena aclarar que pese al humor chato de algunas de sus escenas, la película es totalmente agradable de ver. En ningún momento resulta densa y su duración de una hora y 48 minutos es correcta. Esto se apoya muchísimo en la calidad actoral con la que cuenta el director, siendo la más destacable de todas la joven Thomasin McKenzie, quien sorprende y se roba la atención del espectador en cada escena que aparece. Aún así, lo que termina realmente ayudando al film a posicionarse y elevarse como una película de calidad no es su comedia barata o su supuesta irreverencia, sino que paradójicamente, sus momentos dramáticos terminan siendo los picos más altos de esta montaña rusa. El tacto y cuidado tomado para no pasarse ofendiendo a alguien a la hora de construir situaciones humorísticas termina jugando a favor para construir el conflicto dramático y las sensaciones emocionales de la trama. Es, eso si, una mezcla muy rara y que a veces parece no encajar del todo con lo que se venía postulando, pero una vez que uno se acostumbra y entra en lo que plantea la historia, tendremos unos momentos muy interesantes de ver. Puede que si uno ve «Jojo Rabbit» con las expectativas muy altas, se encuentre algo decepcionado. También puede que si uno va buscando reírse a carcajadas, quede algo sorprendido. Pese a su irregularidad en el tono y a algunos momentos algo cringe, la película de Taika Waititi funciona y tenemos en el resultado final una sugestiva historia y con un tercer acto emocionante. Para los fanáticos de lo bizarro, bajar las expectativas un poco. Para los que quieren ver una buena película, vayan y quedarán satisfechos.
El caso de Richard Jewell: Buscando la verdad. Si hace poco hablábamos sobre cómo alguien con tantos años encima podía dirigir una película como «El irlandés», el genial Clint Eastwood acaba de llegar a la mesa y le recordó a todos que, con sus 89 años de edad, es capaz de dirigir una película tan redonda como «El caso de Richard Jewell» (2019). ¿De qué trata esta nueva película? «El caso de Richard Jewell» cuenta la historia de un atentado durante las olimpiadas de 1996 en Atlanta. En este suceso, un guardia de seguridad descubre los explosivos que iban a perpetrar el atentado, y gracias a su hazaña y un trabajo en equipo de la fuerza policial, logran disminuir la cantidad de muertos y heridos considerablemente. A pesar de esta situación prácticamente heroica, el guardia comienza a ser sospechoso de haber sido el causante de la explosión y queda mediáticamente como supuesto culpable del atentado. Lo primero a remarcar de esta historia a mi juicio es el título. El original de este film es simplemente «Richard Jewell». Su sencillez tiene un fundamento primordial y se debe a algo que la película describe con sumo detalle. El eje principal del film gira alrededor de presenciar cómo los medios de comunicación destrozan psicológicamente la vida del guardia, llamado Richard Jewell. Las notas en la televisión, los diarios, la radio, y toda la presión social que recae en él y todos sus allegados es el punto central del film. Los mismos medios que unos días antes lo entrevistaron y lo llamaron héroe nacional, terminan destrozándolo y convirtiéndolo en un auténtico monstruo. Su nombre pasa de ser divino a satánico. Dentro de esa construcción, la película obviamente postula su opinión sobre el rol que la sociedad le da a los medios de comunicación y al supuesto periodismo, personificado en quizás el punto más flojo del film que es el personaje de Olivia Wilde, la periodista malvada que acusa al guardia. Dentro de la construcción poco detallada y de trazo grueso que se da en este personaje, la película evidencia todos los estereotipos del popularmente llamado «cuarto poder». La búsqueda por la nota fácil, por el amarillismo barato y, sobre todo, la total falta de humanidad en el trabajo de investigación terminan siendo lapidarias para el rubro en su totalidad. Pero volvamos al nombre original del film. ¿Por qué es tan importante? Porque Clint Eastwood, llamándola «Richard Jewell», se separa del periodismo. Esta película no podía tener otro nombre. La intención de limpiar el nombre de Jewell es lo que realmente genera y motiva la creación de esta película. Vemos en su metraje como en una simple historia, el director logra demostrar todas sus dudas en relación a la justicia, al sistema estadounidense y, sobre todo, vemos cómo realmente le parece importante lo que está contando. Una historia totalmente ajena a cualquiera de nosotros, que no vive en Estados Unidos, que no estuvo en Atlanta en 1996 y que nunca descubrió una bomba en un evento público pero que, gracias a la perspectiva que muestra Eastwood, podemos comprender. Quizás como último detalle queda destacar el trabajo fenomenal de Paul Walter Hauser, el protagonista de la película. Fuera de la similitud con el Richard Jewell real, el actor logra darle un tono tan natural y tan único que termina ayudando en demasía a mantener la atención del espectador y a mimetizarse con el mismo. Realmente merecedor de todo halago, su interpretación es increíble y termina siendo una de las mejores actuaciones de 2019. En conclusión, «El caso de Richard Jewell» es una gran película. Vemos en Clint Eastwood una energía y una potencia dramática para filmar muy alta. Quizás el punto más destacable sea eso, que vemos que cada momento del relato está plagado de cuidado y detalle. Se nota que no fue una película más para el director, y esta motivación es clave para terminar generando una de las mejores películas del año y una nueva demostración de por qué tenemos que seguir confiando en la humanidad. Por lo menos Clint, a sus casi 90 años de edad, sigue confiando. ¿Ustedes?
La noche de las nerds: Fiesta, alcohol y drogas. La noche de las nerds es una película de comedia que habla sobre dos chicas muy inteligentes y poco sociales que deciden asistir a una fiesta en el último día de secundaria previo a la universidad. Dentro de este relato de alcohol, drogas y humor, ¿hay una película que valga la pena? Dirigida en su debut como directora por Olivia Wilde cuenta esta historia que de buenas a primeras parece jugar por los territorios comunes y clásicos. Una comedia con un humor aparentemente básico y que su único diferencial con películas como Scary Movie o Superbad es el hecho de que sus dos protagonistas sean personajes femeninos. Por suerte esta situación aunque está presente en la película, no es lo único, y hay otras cosas para analizar y poner en perspectiva. Lo primero quizás sería esta decisión de que una historia que normalmente está protagonizada por hombres tenga en cambio protagonistas del género femenino. En el mundo que vivimos, esto podría ser algo peligroso para una comedia común, con un hipotético mensaje cargado de ideología que no iría con el estilo del film y nuevamente por suerte, no fue el caso. Esta película esquiva todas esas balas y las protagonistas no solo se mueven con total naturalidad, sino que nunca están demostrando lo específicamente feministas que son/no son. Un ejemplo de este cambio positivo a la hora de escribir estas historias es que una de las protagonistas es lesbiana y en ningún momento la narración lo muestra como algo extraño o poco común, quizás de alguna forma idealizando una realidad que no es, pero de otra forma educando adecuadamente para las futuras generaciones. Entre otras de las balas que esquiva este film es la del humor básico y chato constante. La historia cuenta con dos arcos dramáticos para las protagonistas que tienen coherencia y son agradables de ver. Nunca se convierte en algo excesivamente dramático o molesto, sino que funciona como motor que hace avanzar el film y que da descanso a los momentos de comedia. Lamentablemente estos gags o chistes no son del todo creativos e interesantes. Su estructura es de las más básicas que existen y son cosas que ya hemos visto en otro tipo de films. Gracias a esto, la película termina apuntando a un público más adolescente de lo que uno pensaría con una propuesta tan madura, cuestión que es buena desde la perspectiva de educar y enseñar a las nuevas generaciones, pero mala desde la perspectiva de tomar casi como tonto al espectador. Sus chistes pocas veces funcionan y en una película de comedia, eso es clave. Su ritmo está bien llevado, con una duración de una hora y 42 minutos, aunque quizás le sobren algunos de ellos gracias a situaciones poco cómicas que suceden. Esto se debe a que las mismas no cuentan con una herramienta de dónde agarrarse dramáticamente y la verosimilitud de la diégesis juega muy al límite. Quizás si se podrían destacar las actuaciones de las dos chicas protagonistas (Beanie Feldstein y Kaitlyn Dever) que logran sobrepasar estos malos momentos de guion y agregarle más verosimilitud a personajes construidos con altibajos. En conclusión, La noche de las nerds es una película un poco graciosa, pero sobre todo, agradable. La fiesta, las drogas y el alcohol no son simples pretextos para achatar este film, el cual se agarra de dos arcos dramáticos muy interesantes para salvar lo que podría ser una historia que caiga en el olvido. No es ninguna joya y muy difícilmente sea una película recordada dentro de unos años, pero es interesante de analizar y sobre todo, se deja ver.
El irlandés: No está muerto quien pelea. ¿Qué es lo primero que se les vendría a la cabeza si les dicen que existe una película dirigida y protagonizada por 4 sujetos, todos mayores de 75 años? Si realmente pudiésemos sacar esa pregunta de contexto, tendríamos una respuesta bastante pareja dentro del público general. Mínimo, habría bastante gente que podría pensar que puede ser aburrida. ¿Y si agregamos que dura más de 3 horas y media? Seguro que ese número pesimista aumentaría mucho más. Pero es imposible hacerse esa pregunta, porque no son 4 señores cualquiera. Son, sin lugar a dudas, personas fundamentales de la historia del cine. Y uno de ellos, el que dirige específicamente, tiene un talento único. Protagonizada por Robert De Niro y acompañado de dos estrellas como Al Pacino y Joe Pesci, finalmente estrenó en Netflix la más reciente obra de Martin Scorsese, quien dicho sea de paso, hacía 3 años no estrenaba un film (6 si excluimos la poco comercial y bastante atípica «Silence«). Hablar de quiénes son estos tipos resulta casi irrelevante. Su obra y su historia habla por sí sola. Los 4, en mayor o en menor medida, representan lo mejor que pudo hacer el cine estadounidense. Pero si hay algo que los hace aún más grandes de lo que ya eran es que, a esta edad, en esta industria que cada vez más margina un estilo de cine en particular y apoya a las historias vacías de contenido, estos tipos hayan podido hacer este film, y lo hayan hecho tan bien. Efectivamente, El irlandés es, sin lugar a dudas, una excelente obra. La película funciona como adaptación del libro «I Heard You Paint Houses» escrito por Charles Brandt. En él se relata la vida de Frank Sheeran, un mafioso de los 60, y su relación con la vida de Jimmy Hoffa, un sindicalista estadounidense. Esta historia no solo está basada en hechos reales y algunos de ellos bastante comprobables, sino que continuamente se conecta con sucesos y momentos de la cultura estadounidense, dándole un espacio y un contexto determinado que ayuda muchísimo a lo que quiere contar la película. Esto que quiere contar, dicho sea de paso, es uno de los elementos más interesantes del film, porque «El irlandés» no es una simple película de mafiosos. Sí, tiene todas esas escenas y esos momentos que podemos esperar de una película así, pero también tiene una profundidad y unas ideas que demuestran con claridad que en la silla del director está sentado un grande. Por momentos, tiene intenciones muchísimo más cercanas a «El padrino» que a «Buenos Muchachos«, como para dar un ejemplo. Esta intención cinematográfica, de recursos varios y herramientas audiovisuales bellísimas, está acompañada de un guion genial y el cual espero que reciba el elogio bien merecido que tiene. La historia de tan larga duración está relatada con una maestría impresionante. El manejo de la temporalidad (la película va y viene en el tiempo mediante flashbacks y nunca resulta algo confuso o innecesario), los diálogos, los conflictos y, sobre todo, los personajes, tienen una construcción tan cuidada que en algunas situaciones hasta se animan a competir y querer opacar el talento del director. Es en esta atención por el detalle y en este cuidado por lo dramático que encontramos uno de los valores más importantes del film, generando esa diferencia tan crucial entre esta historia de mafiosos y cualquier otra. Esta es la vida de Frank Sheeran, y no puede ser de nadie más. A este talento se le suma una hermosa cuota de humor muy bien desarrollada que facilitan un poco las realmente muy bien llevadas 3 horas y media de duración. Toda esta calidad deja de sorprender tanto cuando vemos que el guionista es Steven Zaillian, quien tiene en su currículum el libreto de una de las mejores películas de la historia del cine: «La lista de Schindler«. Es verdad que quizás la primer media hora requiere de algún esfuerzo y una apuesta desde el espectador hacia el film, pero si dejamos pasar la barrera algo difusa del comienzo del primer acto, realmente somos recompensados con una historia excelente. Tenemos también una propuesta sonora que hay que destacar. Por un lado es algo triste que, salvando algunas pocas excepciones como es el caso personal de quien escribe o las pocas personas que la han podido ver en algún festival, este film esté destinado a ser visto en pantallas chicas. No solo la imagen y la construcción cinematográfica es preciosa, sino que en el sonido tenemos un diseño tan bien logrado y que tanto pierde en un parlante por el televisor o una luz prendida en la habitación que es pertinente preguntar hasta dónde seguirá la puja entre los medios de streaming y las salas exhibidoras. Desde aquí no queda más que recomendar ver la película de una sola pasada, con las persianas bajas y el celular en silencio, adentrándose en lo que propone la obra y disfrutando cada una de las escenas y los ambientes sonoros que construye. Algo que, entendemos, puede resultar difícil, pero que en este caso puede hacer la diferencia. Y qué mejor forma de terminar esta review que hablando del tridente actoral del film. Impresionante. Ver a estas bestias de la actuación hacer una vez más un papel de este estilo es un regalo para cualquier cinéfilo y no cinéfilo. No es necesario conocerlos con anterioridad, obviamente, pero si alguna vez viste alguna película de estos genios, la emoción de volver a verlos a este nivel de calidad, es impagable. También demuestran una versatilidad enorme, sobre todo Joe Pesci, quien tiene un personaje bastante diferente a los que solía hacer en este tipo de obras. Por otro lado, es genial recordar cómo, con dos caras y un gesto, Robert De Niro puede contar un personaje. El protagonista de esta historia tiene momentos donde realmente el actor logra contar tanto con tan poco. Clase maestra de actuación para cualquiera. Y, para cerrar, volver a ver actuar a Al Pacino en este nivel sencillamente no tiene precio. Quizás ayudado por tener los mejores chistes del film, el actor conocido por personajes como «Tony Montana» se come la película en cada escena que aparece y demuestra una habilidad y un esfuerzo fenomenal por siempre dar todo. Quizás como último detalle queda aclarar que, como algunos que han seguido el desarrollo de este film ya sabían, este tridente actoral tiene escenas dónde son rejuvenecidos digitalmente con fines dramáticos y narrativos. Este efecto solo molesta muy poco en los primeros minutos de la película, siendo mucho menos radical y bastante más sutil mientras van pasando los minutos. Nada muy grave. ¿Es la mejor obra de Martin Scorsese? Eso es mucho decir, sobre todo si tenemos en cuenta que en su filmografía se encuentran películas tan variadas como «Casino«, «Taxi Driver», «El lobo de Wall Street» o «After Hours«, todas de una calidad indiscutida. Pero «El irlandés» puede fácilmente agregarse a esa lista y ser, por lo menos, una de las mejores. Todo lo que ha hecho grande al director está en esta historia. Ese estilo de contar las conversaciones, esa peculiaridad tan única de cómo mostrar la violencia y esa intención de siempre querer ir más allá, todo eso está, y hecho con una mano magistral. Si había alguien en el mundo que se atrevía a discutir si Martin Scorsese estaba viejo, si podía o no seguir haciendo cine, acá está la respuesta de uno de los mejores directores de cine de la historia. Porque si, los grandes hablan en la cancha. Y Scorsese acaba de hablar al mundo entero. Viva el cine.
Contra lo imposible: El duelo definitivo. Christian Bale y Matt Damon protagonizan “Contra lo imposible” (2019), una película basada en hechos reales sobre la carrera de autos “Le Mans” de 1966. Pero, a diferencia de lo que podríamos pensar todos, esta película no va sobre autos. Sus reflexiones no hablan de las carreras y su autentica búsqueda viaja por carreteras muy distintas. ¿De qué trata “Contra lo imposible”? Dirigido por James Mangold (Logan, Walk The Line), este largometraje cuenta la historia de Ken Miles, un conductor de carreras británico que recibe un desafío imposible desde la empresa Ford. Caroll Shelby, ex-conductor y actual diseñador de coches de carrera para la empresa, le propone ir a correr la carrera «Le Mans«, siendo esta uno de los eventos más prestigiosos del automovilismo, y ganadas continuamente por la marca Ferrari. Esta trama funciona únicamente como el aceite del film. Es verdad que ayuda y le da fuerza y estructura a la historia, pero lo que realmente la coloca en el siguiente nivel y le abre las puertas a otro tipo de relato es lo que se cuenta por detrás de este conflicto. Este segundo relato es tan rico y está tan lleno de referencias que uno podría estar escribiendo una enorme cantidad de párrafos detallando y desarrollando las alegorías y la profundidad de esta historia aparentemente simple, pero claramente requeriría hablar con spoilers y no lo haremos en esta review. Lo único que adelantamos es que, se agarre o no agarre todos estos juegos que plantea el film, Contra lo imposible tiene como objetivo principal y primordial el entretener al espectador. Pese a su duración de 2 horas y media, la película vuela ante nuestros ojos y realmente se siente muy dinámica y entretenida. Este entretenimiento se potencia por una cinematografía genial. Como se podrán imaginar, hay carreras en esta cinta. La forma en que el director James Mangold propone relatar estos acontecimientos, con varias herramientas sonoras y recursos visuales esplendidos, realmente son uno de los puntos más altos de la historia. Técnicamente hay pocos ejemplos que realmente le den a uno la sensación de estar dentro de la película y desearle lo mejor al protagonista para que doble bien una curva o pueda pasar a su contrincante. Vale la pena aclarar que no es necesario en absoluto saber de autos o de carreras para disfrutar el film, ya que el que les escribe tiene un conocimiento bastante bajo desde ese aspecto y aún así, la disfrutó un montón. Otro punto para destacar enormemente son las actuaciones de los dos protagonistas del film. Christian Bale y Matt Damon son una de las duplas más frescas que hemos visto en el cine en los últimos tiempos. El acento británico de Bale es también algo muy entretenido y divertido de ver, sobre todo si uno está acostumbrado a su acento estadounidense (recordemos que es originalmente británico y que el acento yanki es el falseado) en producciones como The Dark Knight o Vice. Matt Damon, por el otro lado, termina sorprendiendo más desde el punto de vista dramático. Algunas de sus escenas nos recuerdan por qué debe ser considerado una superestrella de Hollywood y lo deja, por lo menos, al mismo nivel que su co-protagonista (algo muy destacado teniendo en cuenta quién lo acompaña). Entre los dos se potencian y generan que la suma de ambos llegue a algo mejor aún. Aún así, hay que tener en cuenta que es una película algo simple en algunas ocasiones. Principalmente en el segundo acto del film veremos una estructura un poco obvia y recursos de guion que terminan achatando el potencial de la historia. Teniendo en cuenta la potencia y el efectismo de algunas de sus escenas, queda un poco reiterativo y repetitivo la insistencia de momentos y situaciones que no llevan a nada y personajes que simplemente aparecen para ser «la oposición». Aún así, esto termina siendo un detalle si recordamos lo fresca y fácil de ver que es. En conclusión, Contra lo imposible es una excelente película. Puede que no venga a revolucionar el mercado cinematográfico y también puede que se destaque más por estar enmarcada una época donde este tipo de historias se hacen con muchísimo menos cariño del que se invirtió para hacer este film. Su director, James Mangold narra una historia tan interesante de analizar que le termina ayudando a plantearse ya de una vez por todas como uno de los realizadores estadounidenses más interesantes de los últimos años, y alguien en quien poner el ojo. Su segunda trama, esa que está escondida y aparece solo cuando se la analiza en perspectiva, es la que termina haciendo la diferencia y posicionándola como una de las mejores del año, y obviamente con un potencial enorme para la carrera de los Oscars. Veremos si logra quedar en primera posición.
El plan divino: Una agradable historia. Que una persona tan importante y conocedora del cine nacional como el celebre actor Víctor Laplace se siente en la silla del director como es en el caso de esta película no sucede todos los días. Es quizás ese conocimiento y esa experiencia en el mundo lo que le ayudan a dar ese siguiente paso que muchas películas nacionales del mismo estilo no logran dar. ¿Qué hace que «El plan divino» sea mejor que la comedia promedio? El plan divino cuenta la historia de Eustaquio (Gastón Pauls) y Heriberto (Javier Lester), dos monaguillos que al servicio del Padre Roberto (Víctor Laplace), un anciano sacerdote que parecería estar en el último tramo de su vida. Los dos monaguillos deben cuidar del Padre, pero por otro lado están hartos de seguir con la misma rutina de estar detrás de una persona mayor. Eso hará que ambos personajes entren en un viaje que de la mano de la comedia, irá entre lo moral y lo inmoral para que cumplan sus objetivos. Es cierto que la premisa puede resultar algo curiosa pero de antemano avisamos que estará casi siempre más cerca de una comedia banal que de una intención mayor. Se agradece la decisión de Laplace en quedarse casi siempre del mismo lado del género, facilitando muchísimo más el ritmo de una ya de por sí corta duración. Sus momentos dramáticos por el final de la trama funcionan con menor eficacia, sobre todo en algunos momentos que resultan demasiado forzados y donde el guion demuestra que se va quedando sin ideas. Lo disparatado de algunas situaciones humorísticas del principio lleva a la historia a lugares donde realmente se le complica ser cerrada, y la resolución puede no contentar a todos los espectadores. A eso también se le suma que al principio el tipo de humor y el tono parecería ser mucho más familiar y básico, difiriendo un poco de algunas escenas que veremos en la resolución y generando una sensación rara. Aún así, se agradece la atención al ritmo que tuvo el directo para el film, ya que como aclaramos anteriormente, en ningún momento la película resulta densa o difícil de ver. Gastón Pauls y Javier Lester cargan muy bien con los roles protagonistas del film. Su interpretación siempre está en el tono adecuado, sobre todo sorprendiendo en algunos momentos dramáticos de Lester, donde le vemos con un personaje complejo y bien desarrollado. En la comedia es quizás donde ambos tienen un nivel un poco más promedio, logrando la risa fácil en algunas ocasiones, pero sin sobresaltar o demostrar un nivel superior. Paula Sartor, quien interpreta a María, la damisela que quiere conquistar Heriberto, es quizás la que peor terminó quedando con una interpretación un poco vaga; aunque con mayor culpa de una construcción de personaje desde el guion que ya era flojo, a las habilidades existentes o no de la actriz. Su personaje está planteado como una herramienta con pocos elementos a destacar y mucho a criticar, siendo prescindible como personaje secundario en la historia más que como un objetivo. Y aunque fuera un poco obvio, vale la pena remarcar la enorme habilidad de Víctor Laplace con su personaje secundario, el Padre Roberto. Probablemente muchas risas salgan de sus pocos minutos en escena, ya que con pocos gestos y mucha personificación veremos la total eficacia del actor y su experiencia. En cambio sorprende la habilidad de Laplace como director, generando planos bastante cuidados y una estética que para lo que se suele esperar de este tipo de películas, está muy bien. Vemos en la cinematografía unas intenciones bastante positivas y que se agradecen y felicitan. En conclusión, «El plan divino» es una agradable historia. No van a volar de sus butacas, y tampoco verán esa historia impresionante que pocas veces han visto en su vida, pero gracias a la habilidad de Victor Laplace en frente y detrás de cámara, logra dar ese paso diferencial para destacarse del resto. El dúo actoral de Gastón Pauls y Javier Lester logra construir una química sólida y el ritmo bien controlado hacen que, pese a sus clichés y sus traspiés, la película termine funcionando y sea divertida de ver.