Se pasa el rato con esta comedia extrañamente romántica de Santi Amodeo, y se ven lindos lugares de Marbella y Estepona, aunque para el personaje principal sean deplorables. Ese personaje es un arquitecto, titular de cátedra universitaria, amargo, estructurado, aburrido y antipático, que encima no la está pasando muy bien que digamos. Se aproxima el retiro, su esposa acaba de morir, por extrañas razones él se decide a llevar sus cenizas al lugar que ella había pedido y ahí empieza a dudar sobre lo que su mujer hacía cuando estaba plenamente viva. Nada del otro mundo, simplemente cosas que algunas mujeres hacen cuando tienen un marido amargo, estructurado, aburrido y antipático, y quieren sentirse plenamente vivas.
En resumen, una película indicada para llevar a los maridos para que aprendan, aunque esto puede ser contraproducente, porque los dos fulanos más divertidos que aparecen son unos tamaños gordos sin mayor sentido de la monogamia. El primero a la media hora de proyección y alegra la historia, que hasta entonces venía apagada. El otro, para la última vuelta de tuerca, trayendo romance y calidez. Intérpretes, por importancia y peso en la balanza, Oscar Martínez, que luce su calidad actoral en el momento justo, Carlos Areces y José Luis Adserías, buenos comediantes españoles. Para engordar la vista, la rubia Ingrid García-Jonsson y todo un club nudista. Y para admirarse en el epílogo y apreciar la moraleja, un hermoso truco de sobreimpresión entre las sábanas del lecho conyugal, jugado por Amparo Martínez con el equipo técnico argentino.