Yo, mi mujer y mi mujer muerta es una coproducción argentino- española escrita y dirigida por Santi Amodeo y protagonizada por Oscar Martínez, acompañado de Carlos Areces, Ingrid García Johnson y Malena Solda. Y cuenta la historia de Bernardo (Oscar Martínez), un estructurado arquitecto argentino que viaja al sur de España para arrojar las cenizas de su difunta esposa y se entera de un secreto que le oculto durante sus años de casada.
El planteo de la historia puede resultar interesante, si se lo enfoca tanto desde el drama como hizo Sidney Pollack en Destinos cruzados o desde la comedia, pero el mal tratamiento del guion hace que no funcione de ninguna de las dos maneras. Porque su director no logra construir el humor kistch de las primeras comedias de Pedro Almodóvar, que funcionaría bien en este caso, y desaprovecha muchas situaciones potencialmente cómicas explicando los gags o dejándolos inconclusos. Y esto es una lástima, porque hay mucho material, especialmente en las escenas del club nudista, lugar ideal para generar humor por el contraste con la formalidad de su protagonista.
Por eso es que también da la sensación de que el elenco está desaprovechado, porque Oscar Martínez vuelve a interpretar un personaje similar al de Daniel Montavani, con el que ganó la copa Volpi como mejor actor por El ciudadano ilustre, pero no puede lucirse por responder a las arbitrariedades de un guion que deja muchísimas cosas colgadas, como el hecho de que tenga cuatro clavos adentro de su cabeza. Y el humorista español Carlos Areces, quien cumple el rol de compinche en esta serie se situaciones bizarras, tampoco se luce porque nunca queda claro por qué decide ayudarlo. Pero todavía menos entendible es la función que cumple en la trama el personaje de Amalia, interpretada por la bella actriz Ingrid García Jonson, una relacionista pública que aparece y desaparece arbitrariamente cumpliendo únicamente la función de ser objeto de deseo no concretado de su protagonista recientemente viudo.
Por último, otra cosa que no funciona son los recuerdos que tiene Bernardo de la vida familiar junto a su esposa y su hija, que en la etapa adulta es interpretada por Malena Solda, y que en lugar de recurrir al flashback utilizan la sobreimposición de imágenes. Porque el problema de esto es que genera un tono sentimental que no termina de adecuarse al humor negro de las escenas en España, y ese contraste no funciona ni siquiera de forma irónica.
En conclusión, Yo, mi mujer y mi mujer muerta es una comedia fallida, que busca abarcar demasiados temas y lo hace de una forma desordenada, desaprovechando así muchas situaciones potencialmente humorísticas.