“Yo nena, yo princesa” de Federico Palazzo. Crítica.
La primera película en tratar la identidad de género en la infancia.
Mañana 28 de octubre se estrena “Yo nena, yo princesa” una película que hay que ver. Dirigida por Federico Palazzo y basada en el libro “Yo nena, yo princesa: Luana la niña que eligió su propio nombre” de Gabriela Mansilla, madre de Luana. De esta manera llega a la pantalla grande la historia de la primera niña trans del mundo que obtuvo la rectificación de su DNI sin necesidad de un dictamen médico ni judicial.
Tras infinitas visitas fallidas a diversos profesionales, una madre descubre que uno de sus mellizos no se identifica con el género asignado al nacer, basado en su genitalia. Con mucho amor y esfuerzo acompaña a su hija en el proceso, culminando en la búsqueda de rectificación del DNI. Este proceso facilita a su hija un documento que certifique su identidad ante la burocracia.
Lo primero que cabe resaltar es la sublime actuación de Isabella G. C, poseedora de una mirada que transmite mil sensaciones, desde tristeza e incomodidad hasta inocencia y la alegría más pura. Genera a su vez una gran química con Eleonora Wexler, quien interpreta a su madre. Una madre capaz de luchar contra viento y marea por la felicidad de su hija. Por otra parte, el incómodo personaje de Juan Palomino, deriva, a su manera, en villano debido a su incapacidad de comprender a Luana. En último lugar, pero no por ello menos importante, Valentino Vena es el hermano mellizo y consigue capitalizar cada segundo que aparece en pantalla con una simpatía voraz.
Si bien la búsqueda del audiovisual no es ser un objeto pedagógico, en cierto modo termina siéndolo. Que no se entienda esto de manera negativa: al tratar la identidad de género en la infancia de manera directa y sin sutilezas, sentando un precedente y poniendo la conversación sobre la mesa. Diciendo las cosas como se tienen que decir, sin hacer la vista gorda, ni temiendo herir susceptibilidades. En lugar de aleccionar o dar cátedra académica, aquí se enseña desde lo emocional. Quien no quiere aprender, no lo hace, pero nadie puede evitar sentir.
En este audiovisual se nombran las cosas: pene, vagina, cambio de sexo, la dificil vida del colectivo de personas trans (quienes hoy en dia tienen una expectativa de vida de 35 años), transfobia y discriminación. Lo que no se nombra no existe y en este caso por partida doble, ya que se representa en la pantalla. Poniendo el ojo sobre lo que muchos deciden desconocer. Haciendo mayor hincapié, especialmente en la primera parte, sobre la ignorancia. En muchos casos siendo el mismo sistema de salud que desestima la problemática, el cual debería poder brindar apoyo a quien lo necesite, sin importar nacionalidad, raza o género.
Asimismo se comparte una visión optimista sobre el mundo, un mundo que es menos hostil que hace algunos años. Donde Luana encuentra una puerta que se cierra o persona que se niega a tratarla por quien es, encuentra otras cinco que la aceptan y acompañan. Algo reflejado en las escenas del jardín de infantes, en donde las autoridades y maestras se niegan a colaborar. Empero sus compañeritos la aceptan sin prejuicios, solo por quien es.
Una verdadera historia de amor y coraje es “Yo nena, yo princesa”. Federico Palazzo, elenco y equipo técnico: espero sean conscientes de lo importante que es una película así, no solo a nivel país, sino para todo el mundo. Colaborando para que la comunidad trans ocupe el lugar que históricamente le fue sistemáticamente negado. Como bien dijo la mamá de Luana, Gabriela Mansilla, en algunas entrevistas: esperemos también a cambiar y/o abrir algunas cabezas de quienes la vean.