Yo nena, yo princesa

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

En Julio de 2007 Gabriela Mansilla dio a luz a mellizos. Nacidos biológicamente como varones fueron nombrados Elías y Manuel. Sin embargo al poco tiempo se hizo evidente que Manuel no se identificaba con el género con el que había llegado al mundo y se autopercibía como nena, algo que expresó de manera explícita apenas tuvo oportunidad de hablar. Durante un tiempo, sin saber muy bien qué hacer, Gabriela y su marido encararon tratamientos represivos que solo empeoraron su sufrimiento ante los intentos de imponerle una masculinidad que no sentía como propia y hasta vivía como una agresión.

Al contar con nueva información y con un asesoramiento totalmente distinto del anterior, dirigieron su estrategia en el sentido exactamente contrario: dejar que Manuel sea lo que quiera ser, es decir una niña. Una niña trans que ni siquiera quería ser Manuel, eligiendo ella misma el nombre con el que quería ser reconocida: Luana. Si este fue un paso gigante, sería el primero de un camino largo y difícil para que Luana sea reconocida como tal, en su casa, en el jardín de infantes y en cualquier institución que debiera recorrer. Un proceso que desembocaría en el reclamo para obtener un DNI acorde a su género autopercibido.

Gabriela Mansilla contó su experiencia en el libro “Yo nena, yo princesa: Luana la niña que eligió su propio nombre”, cuyo título proviene de una de las primeras y contundentes definiciones que Luana dio de sí misma con solo dos años de edad. Ese libro es el que sirvió de base para el largometraje que toma parte del mismo título, con Eleonora Wexler en el papel de Gabriela, Juan Palomino (aquí la entrevista) en el de su marido e Isabella G.C., también ella una niña trans, haciendo el papel de Luana.

La historia de Luana y la lucha de Gabriela Mansilla constituyen de por sí un material excepcional ya que hay muy pocos casos de una niña trans que se declare como tal a tan corta edad y la pelea que tuvo que dar su madre es también destacable por su fuerza y por su carácter pionero, por no contar con antecedentes en los cuales apoyarse. Se trata además de una experiencia cuya transmisión es sin duda valiosa. Pero tras ver su plasmación fílmica se impone también la idea de que no solo es importante el qué sino el cómo.

Federico Palazzo, el realizador del film, con una amplia experiencia en televisión en tiras de ficción y telenovelas, debutó en el largometraje con El cine de Maite (2008), un drama que incurría en gran parte de los vicios de un cine que ya para entonces atrasaba: actuaciones exacerbadas, diálogos inverosímiles, personajes trazados al borde de la caricatura, apelación sensiblera, afán por el golpe bajo, el didactismo y la sentencia. En este nuevo film reincide en todos ellos, con el agravante de que ahora nos encontramos con una historia y personajes reales y una causa que uno a priori supone merecería un tratamiento menos estridente y más cuidadoso.

El elenco cuenta con protagonistas de probado talento y eficacia como Wextler y Palomino y con un reparto notable en roles secundarios. Es llamativo verlos en un despliegue de histrionismo, diálogos imposibles y grandes parrafadas, así como ver sus gestos congelados en medio del uso y abuso de la cámara lenta como medio de subrayado emocional al que la música emotiva viene a sumar una nueva y redundante capa.

Lo formal no es un aquí un tema menor o de simple superficie. Algunos podrán argumentar que con que se trate el tema ya es suficiente porque lo que cuenta es la visibilidad. Y si bien es fundamental que el tema tenga exposición y genere un debate transformador, esto solo no parece suficiente.

YO NENA, YO PRINCESA
Yo nena, yo princesa. Argentina. 2021
Dirección: Federico Palazzo. Intérpretes: Eleonora Wexler, Juan Palomino, Isabella G. C., Valentino Vena, Valentina Bassi, Lidia Catalano, Mariano Bertolini, Paola Barrientos. Guión: Federico Palazzo, José Paquez. Basado en el libro “Yo nena, yo princesa: Luana la niña que eligió su propio nombre” de Gabriela Mansilla. Fotografía: Milagros Chaín. Montaje: Jonathan Smeke. Música: Martín Bianchedi. Dirección de Arte: Mariano Smaldini. Jefes de Producción: Marcela Coria, Pedro Dapello. Producción General: Víctor Santa María, José Paquez, Fernando Sokolowicz, Lorena Turriaga, Uriel Sokolowicz. Producción Ejecutiva: José Paquez, Gabriela Acevedo Gidkov, Uriel Sokolowicz. Duración: 120 minutos.