Basada en una historia real, la de la propia directora, "Yo, niña", de Natural Arpajou, es un crudo aunque simpático relato de las vivencias de una crianza con padres para nada tradicionales. Hay quienes les escriben una carta a sus padres, algunos les hablan personalmente, Natural Arpajou hizo una película.
Si una palabra define al universo de "Yo, niña", es precisamente, la misma que le da nombre a la realizadora, natural. Desde la primera secuencia, hasta los créditos finales, prima la sensación de que, más allá de la ficcionalización, hay transparencia, naturalidad, y franqueza en lo que cuenta.
Algo que sólo se logra cuando hablamos de algo que vivimos en carne propia. Natural Arpajou viene del mundo del cortometraje con éxito, y este es su primer largometraje. Lo cual le otorga un valor extra. No todos logran hablar y transmitir tan abiertamente en su primera experiencia en el largo.
Natural creció dentro de una comunidad hippie a la que pertenecían sus padres. De eso se trata Yo, niña; de una niña (valga la redundancia) que deberá crecer en un contexto en el que la forma de ser de sus padres es trascendental. La historia se centra en la década del ’70. Primera observación, la reconstrucción es sutil, no necesariamente marcada; la encontramos en detalles, objetos, formas; y (casi) no hay referencias directas a la época oscura que atravesaba el país; aunque indirectamente está (muy) presente.
Armonía (Huenu Paz Paredes), como la llaman sus padres aunque su DNI diga otra cosa, vive con sus padres que, por decisión propia, decidieron irse de la ciudad, y vivir en una casilla al costado del río.
Ambos pertenecen a la cultura hippie, aunque sean distintos entre sí, y llevan a su pequeña hija a vivir una vida autosustentable con las carencias típicas del caso, aunque ganando en una vida de, precisamente, armonía. Arpajou nos hace pensar cuánto de nuestros padres hay en nosotros, cuánto nos marca de un modo u otro la forma en que nos crían, y verlos a ellos como referencia adulta. Más en el caso de Armonía, que es la única referencia o contacto que tiene.
No va a la escuela, su madre le enseña; y se abastecen con lo que tienen alrededor, o de un intercambio similar al trueque directo. Armonía desliza frases que son las de sus padres. Es una pequeña con una gran personalidad, y en la cual, el estilo de vida naturalista de sus padres, con fuerte raigambre ideológica, está muy marcado.
Determinado acontecimiento, hará que los tres deban mudarse circunstancialmente a la ciudad, y allí Armonía vivirá, sentirá el contraste, para bien, y para mal. Con la hermana de su madre, con el colegio, con un amiguito que logra tener. Arpajou logra escenas de comedia (es imposible no sonreír ante la nena expresando principios básicos de la doctrina ideológica), y otras muy duras, que duelen en el alma. Pero siempre se resalta la naturalidad, nada es forzado o maniqueo.
En su trayectoria como cortometrajista, Natural ya había expresado su gran talento, haciendose con varios premios en el Festival de Mar del Plata. Festival al que este año volvió con su primer largometraje. La ductilidad que ya había demostrado para manejar la dirección de actores, y construir diálogos que fluyan como el río; queda plasmado nuevamente en "Yo, niña".
Andrea Carballo como la madre logra una interpretación sentida. Es la que más conexión tiene con Armonía. Es un personaje de fuertes convicciones, dura, ¿inquebrantable?, pero también víctima; atrapada en su propio “juego”. No es fácil que el espectador la comprenda, y entre su actuación y la realizadora, lo logran.
Esteban Lamothe, como el padre, también encuentra un punto justo, en la forma habitual de interpretar del actor de El estudiante, y lo que requiere el personaje. Su trabajo también es correcto. Los contrapuntos de la pareja, que comparten la ideología, pero la expresan de modo diferentes, y tienen muchas contradicciones para con el otro, para con terceros, y para con sí mismo. En esos detalles, la historia vibra.
Sobre el final, habrá un giro que puede dividir aguas, pero nuevamente, todo es tan natural y armonioso, que es indiscutible. Huenu Paz Paredes es el gran hallazgo de la película. Armonía se hace querer desde el primer segundo. La pequeña no tenía un trabajo sencillo, hacer creíble una crianza tan particular. No solo lo logra, conquista, enamora. Es imposible no recordar "Capitán Fantástico" al ver "Yo, niña".
A diferencia de aquel, Arpajou juzga, no titubea, y aún así, tiene una mirada contenedora de esos padres, sus padres. No hace concesiones, los muestra con contradicciones, y en decisiones equivocadas, pero siempre sabiendo que el amor hacia su hija es innegable, por más maltrato que haya (sí). La belleza de los escenarios naturales de El Bolsón, sabiamente filmados en planos abiertos, es otro aporte distintivo definitivo.
Natural Arpajou creo una ópera prima cagada de sutilezas y grandes momentos, que pese a su dureza, se ve con una sonrisa, y nos deja pensando. "Yo, niña" es una gran sorpresa; el talento de su directora, recién lo estamos descubriendo.