Un drama familiar desde el punto de vista de una pequeña que ve y sufre las contradicciones de sus padres, mientras le toca crecer a los tumbos, cuenta Natural Arpajou en su ópera prima Yo niña, que se estrena tras su paso por la Competencia Argentina del Festival Internacional de Mar del Plata.
Armonía (Huenu Paz Paredes) es hija de una pareja joven que se ha ido a vivir al sur, en una cabaña alejada de cualquier centro urbano, y que rechaza el capitalismo y el sistema mismo en que vivimos y la educa en la naturaleza. Su alimentación diferente, sus gustos, sus actividades cotidianas, sus juegos y juguetes “permitidos” hacen actuar y responder a la niña, muchas veces, con frases que causan gracia al otro común que escucha, orgullo a los padres y un tremendo esfuerzo a sí misma al tener que hacerlas carne.
Los progenitores (Esteban Lamothe y Andrea Carballo) también chocan en sus modos y en sus ideologías frente a la cotidianidad de subsistir (aunque quizá no siempre sosteniendo cada uno lo mismo en las peleas que constantemente viven y esto resulta un tanto contradictorio en la conformación de los personajes) y aunque ese ir y venir da movimiento a la trama del film, se siente un tanto forzada y repetitiva en esa necesidad.
Más como una sucesión de episodios que dan cuenta de la vida que llevan adelante los protagonistas para retratarlos que del recorte de un tiempo determinado en el que sucederán los motivos para contar un cambio, Yo niña se centra en la pequeña siempre mirando a través de sus ojos y con la comprensión que alguien de su edad puede tener, respetando sus tiempos, sus enojos y sus alegrías.
También el vínculo materno-filial también está expuesto con sinceridad y crudeza y a partir de ciertos descubrimientos la madre deberá afrontar los riesgos que supone haber tomado ciertas decisiones sin saber si el sentimiento es indestructible per se.