La filosofía de vida hippie predica la paz y el amor por sobre todas las cosas, pero (como todas las filosofías), son falibles. Una de esas falibilidades es la pregunta de cómo se podrían criar hijos dentro de esta filosofía. Partiendo de este concepto, Natural Arpajou trae a la mesa Yo Niña, una propuesta que cuenta con la invaluable ventaja de aportar la mirada de alguien que vivenció ese universo.
Mucho más que paz y amor
Armonía es una niña de 8 que vive en una comuna hippie con sus padres, completamente alejada de la civilización. Su vida pasa por una dieta rica en vegetales y la educación en casa. Todo parecería indicar que el plan de criar a la pequeña por fuera del sistema está funcionando, hasta que un día su cabaña se incendia y se ven obligados a mudarse al departamento de la hermana de su madre, en la ciudad. Las cosas se complicarán cuando Armonía empiece a tomar el gusto por los distintos detalles de esa nueva vida rechazada por sus padres, generando no pocos roces con ellos.
Yo Niña es una propuesta clásica en su planteamiento, pero que tiene la seguridad de basar su desarrollo en simplemente explotar todas las aristas posibles del choque de ideologías entre el “pragmatismo” de la sociedad urbana y la “hipermoralidad” de la comunidad hippie. Arpajou tiene el ojo lo suficientemente afilado para saber cuándo aportar una cuota de comedia, sin olvidar que el foco está en el drama.
No obstante, este choque es solo la parte que se ve. Presente en el subtexto de cada escena está el verdadero tema de la película: que a la hora de criar a los hijos, el ego paterno debe ser removido de la ecuación, que el interés de los hijos es la prioridad, que deben prepararlos para un mundo hostil y dejarlos elegir, incluso si eso significa que esa elección sea, como lo ponen ellos, “ser esclavo del sistema”.
Como es mandatorio a cualquier desarrollo temático, el mismo no puede quedar reducido a solamente la niña. Otro acierto de la historia es que paralelamente, mientras Armonía descubre este mundo, observamos cómo sus padres están teniendo problemas para lidiar con una inevitable realidad: que ellos también son esclavos de un sistema, a lo mejor no uno capitalista, pero un sistema al fin.
Es muy fácil hablar de paz, amor libre y expansión mental, cuando esos conceptos son ideales. Cuando se sale al mundo, cuando esos ideales son desafiados, es ahí cuando se traza la línea entre una filosofía de vida y la negación de la realidad. No discernir entre ellas puede traer consecuencias funestas: Arpajou, con honestidad, conocimiento de causa y sobre todo agallas, lo ilustra. No lo juzga, esa responsabilidad ya corre por cuenta de los espectadores.
En materia actoral, Esteban Lamothe aporta una eficiente labor como el padre de esta familia. Andrea Carballo conmueve con una múltiple gama de expresiones, y una vida interior que saca a la luz la enorme multidimensionalidad y contradicciones que significa interpretar un personaje a quien desde la primera escena vemos sufrir por sus ideales. También es necesario mencionar la labor de la niña Huenu Paz Paredes, que le insufla gran naturalidad y picardía a su personaje, más mucha prolijidad para cambiar del registro cómico al dramático. Un logro no menor para una niña tan pequeña sobre quien descansa el protagonismo de la película.