Como irse de viaje a la vida, presente y pasada, del genial Rubén Blades. Así de atractiva es la propuesta de este documental que lo acompaña, por los rincones de su coqueto departamento neoyorquino ("aquí no ha entrado nadie hasta hoy y nadie entrará después") y los grandes momentos de su historia como músico y referente de la salsa. Desde los comienzos, con una llegada a Nueva York dispuesto "a colarme en cualquier sitio" y un primer trabajo como encargado de correos de La Fania.
Claro que semejante empresa implica, también, un viaje por la historia de la salsa. En ese equilibrio, entre lo biográfico, personal, y una carrera artística de cincuenta años largos, avanza la película. Que se entronca, claro está con buena parte de la de la mejor música: de La Fania a Willie Colón, Héctor Lavoe, Celia Cruz y siguen grandes talentos. Quizá sea justamente esa una de las debilidades, o frustraciones, de la película: más palabras que música. Con testimonios de grandes figuras (Sting, Paul Simon, Tito Puente) que dan cuenta del talento de este señor que además soñó con la presidencia de su país y es actor de Hollywood. Orgulloso de sí mismo sin pudores, consciente de su estatus de gran personaje, Blades dice que este film es un testamento que quiere dejar. Y abre la puerta.