En un año en el cual la figura de Sandro tuvo renovada fama, la labor de Miguel Mato pareciera entregar una mirada más. Pero los años de preproducción de esta película pospusieron una y otra vez su finalización coincidiendo ahora con este furor. Al título Yo, Sandro se agregó para su estreno el muy acertado Mi vida, que sintetiza asimismo el elemento más preciado de este documental: las viejas cintas donde el propio Sandro cuenta su infancia y sus inicios como músico, delineando así contornos desconocidos de su vida y su personalidad.
Documental humilde y pequeño que va creciendo en intensidad e interés a medida que transcurre su visualización, consigue atrapar con un inteligente guion que descansa en su voz y en un montaje cuidado que incluye un añadido: viejas películas domésticas grabadas por el propio cantante en sus viajes y en el entorno tan íntimo como singular de su casa.
Se recrean escenas de la mano de actores allí donde no llega el material de archivo, y los testimonios del Puma Rodríguez y Lucecita Benítez dan cuenta de su triunfo en el mercado latinoamericano. Pero la presencia de Sandro sigue siendo superior y poderosa, a través de las remasterizadas escenas de sus películas con impecable calidad; o su época con Los de Fuego; o por su relato entre tímido y juguetón, que consigue emocionar e interesar incluso a quienes lo consideraron en su momento demasiado cursi como para convertirse en un ícono sin tiempo.