Tres amigos –uno de ellos guitarrista de una banda de heavy metal, el otro aspirante a actor y un tercero, motoquero, que trabaja en una fábrica– atraviesan una serie de desventuras que ponen a prueba su amistad en esta amable y simpática comedia dramática de Sosa. Iván es fanático del metal más duro (y especialmente de Ricardo Iorio) y anda siempre con cara de pocos amigos citando a su maestro y viendo programas de historia en el Canal Encuentro y sin querer transar con nada ni con nadie. Chacho quiere ser actor a toda costa y no le importa romperse, literalmente, la cabeza para lograrlo. Y Rama se obsesiona con la novia de un hombre al que vio morir en un accidente de moto y a quien escuchó decirle sus últimas palabras.
Más allá de lo anecdótico, lo que está muy bien logrado en el filme es la cotidianidad de la vida de estos amigos, cuya relación resulta muy creíble más allá de las obvias diferencias entre los tres. Entre historias con novias, ex novias, amantes, recitales de rock, discusiones en apariencia intrascendentes (las metáforas de LA LEY DE LA CALLE, digamos), zarpadas escenas de casting y algunos problemas con una pecera van transcurriendo los acontecimientos de esta película modesta y en algunos casos un tanto excesiva (los personajes son, digamos, intensos, gritones, algunos no paran nunca de hablar y pueden agobiar de a ratos) pero que en todo momento gana puntos por su acercamiento noble y cariñoso a este trío de chabones del Conurbano con los que todos nos hemos topado alguna que otra vez en nuestras vidas. Yo, que crecí en el Sur del Gran Buenos Aires, doy fe que existen y son muy parecidos a lo que vemos en la pantalla… (Crítica publicada durante el Festival de Mar del Plata 2014)