Fue durante el transcurso de una entrevista, que sin duda inmortalizó varios momentos que aún hoy se replican en internet, donde tuvo lugar este popular encuentro televisivo, cuando visiblemente conmovido, Ricardo Ioirio le aseguró a Beto Casella: “Yo sé lo que envenena”.
Como un espectador más de dicho momento, el director de la película Federico Sosa fue testigo de la anécdota donde Iorio sentencia saber muy bien qué es en verdad ´lo que envenena´, y que sin lugar a duda, eso está más relacionado con las innumerables miserias humanas que con el humo del cigarrillo.
De la reflexión de toda esa conjunción de instantes es que Federico Sosa supo que debía acuñar de inmediato esa frase (perteneciente a la canción de José Larralde “Un poco de humo nomás”), e introducirla en algún monólogo de una película. No sólo hizo eso, sino que también nutrió de manera excelente a toda su ópera prima de este sentimiento, logrando que la película “Yo sé lo que envenena” denote poseer una auténtica mística y espíritu de conurbano, lugar donde transcurren las historias del film.
Mediante las historias y sus personajes, la película logra destruir esa concepción “Civilización y Barbarie” moderna, donde pareciera que a los habitantes del conurbano les tocaría adoptar la posición de barbarie. Es así, que nos imbuimos en la intimidad de la vida de tres amigos metaleros, Chacho, Rama e Iván, que son los protagonistas de auténticas e ingeniosas tramas ancladas en un guión impecable, lejos de los cliché ficcionales, y más bien arraigado en la fantástica construcción de personajes, y sobre todo en los pequeños grandes detalles de la cotidianeidad de todo aquel trabajador que día a día persiste y lucha por mantenerse firme a sus ideales, identidad y convicciones, en pos de conseguir un sueño.
En cuestiones técnicas, hay que resaltar que la película no peca de sencilla, ni amateur, ya que pese a haber sido rodada de manera independiente y con pocos recursos materiales, todos los departamentos involucrados (Fotografía, Montaje, Sonido, etc.) y la elección de planos, en gran medida cercanos a los personajes, nos introducen en lo más profundo de la intimidad de cada uno de ellos, logrando una empatía que jamás nos deja desinteresarnos de la trama.
Por último, de nada afectó que la película, a sala llena y en presencia de la mayoría de sus realizadores, por problemas con el proyector de la sala haya demorado su proyección durante su debut nocturno en el Gaumont, si no que al contrario, esto pareciera haber convocado a la misma fidelidad y fanatismo con la que siguen a Ricardo Iorio miles de fanáticos, para que todo el público presente aplauda de pie al final. Y además, algún que otro, se vaya sabiendo diferenciar a un pez Astronotus, de un pez Betta splendens.
Puntaje: 4/5