Nunca habrá otra igual
Hay un esfuerzo de producción notable en todos los rubros, y gran actuación de Mercedes Funes como Tita Merello.
Una figura como Tita Merello tiene en Yo soy así: Tita de Buenos Aires un retrato no del todo imparcial, objetivo o neutral. Difícil que fuera así, con el ímpetu y la pasión que le desbordaba a la artista, que debió pasar por vicisitudes varias, incidentes que podrían descolocar a cualquiera.
La película de Teresa Costantini va y viene en el tiempo. La toma a Laura Ana Merello de niña, de adolescente, y de adulta en distintas etapas de su vida. Pero casi siempre víctima de algún desamor, sea de pareja -el de Luis Sandrini, el más notorio-, el de ocasionales acompañantes, pero con cierto poder, o el familiar.
Todo eso enmarcó una infancia entre la pobreza y un asilo, hasta que comenzó a cantar tangos en el Bajo. Terca o insolente, nunca estudió canto ni educó su voz, aspectos que ayudarían a definir su carácter fuerte y su independencia.
Con un notable gasto de producción en todos los rubros técnicos –hay apellidos de renombre desde el vestuario al maquillaje, de la iluminación a la escenografía y la música-, donde no se ha acertado ha sido en el casting. No particularmente en la elección de Mercedes Funes como Tita, sino en el resto. Quizá se privilegió buscar actuaciones y no similitudes físicas, pero si Damián De Santo no “da” Luis Sandrini, esperen a ver a Gardel, a Perón o Del Carril. Hay personajes que el espectador se entera quiénes son no por verlos, sino porque los nombran.
Con la mencionada buena reconstrucción de época de fondo, Funes entrega una gran actuación en un filme que se va desarrollando entre raccontos y frases rimbombantes. Habría que ver qué diría la Merello.