Love, Simon tiene mucho de manual y probablemente ahí es donde resida su principal fortaleza. El protagonista se merece su gran historia de amor, aquel ideal romántico de los clásicos -y que el cine refuerza año a año con estrenos genéricos que repiten esos lineamientos-, pero con la particularidad de que es un joven de 16 años homosexual que no ha compartido con nadie su secreto. Es como si el director Greg Berlanti se preguntara por qué la elección sexual de su personaje debiera condicionar el rumbo de su película y se negara a aceptar ciertas condiciones. Simon es un chico corriente, con una realidad que lo agobia en silencio, por lo que su paso a la pantalla grande se hace con un respeto por los elementos tradicionales de un film coming of age norteamericano, con un leve cambio en los ingredientes de la fórmula. Chico conoce a chico.