Estar cómodo dentro de la propia piel es uno de los más grandes desafíos humanos; y no pocas veces uno no lo abraza por el temor a lo que pueda hacernos la mirada de los otros. La orientación sexual es uno de estos desafíos, una aceptación personal en donde se enmarca la película Yo Soy Simon.
Alguien a quien amar
Simon Spier es un adolescente relativamente feliz. Tiene buenos amigos y una familia que lo quiere. Sin embargo guarda un secreto: es gay. La historia se complicará cuando en el blog de su escuela se publique una carta de un compañero que se declara como tal: Simon empieza a mantener correspondencia con él, algo que empieza a cambiar su vida y al mismo tiempo pone en riesgo todo lo que conoce.
El guion tiene a favor, primero, que sabe mantener el misterio, ya que la revelación del amante misterioso es algo completamente impredecible hasta el final. Segundo, que es rico en conflictos internos: toda la paranoia y la desesperación que sufre el personaje provienen casi siempre de lo que maquina en su propia cabeza.
Tomando esto a colación, es necesario entender que Yo Soy Simon es una historia sobre el “salir del closet” en pleno siglo XXI, donde la homosexualidad es, en muchos casos, aceptada, tolerada e incluida. Por dicha razón uno podría pensar que el entorno del protagonista puede llegar a pecar de ser demasiado rosita por tener amigos que lo quieren, docentes tan dedicados como centrados, y una familia muy abierta de mente. No obstante, ese es el punto: esta película no propone una cacería de brujas, porque la homosexualidad simplemente no está vista con esa lente en la actualidad (o por lo menos en el universo de esta historia). Si el protagonista corre el riesgo de perderlo todo son por cuestiones morales completamente ajenas a la de la orientación sexual.
Esta es una historia de autoaceptación pura y dura. Si incluso en estas circunstancias, menos condenatorias que en otras épocas, hay algo que el temor del protagonista nos quiere decir, es que si bien hemos avanzado mucho todavía nos queda camino por delante.
En materia técnica la película es prolija; el trabajo de cámara y montaje responde al lucimiento actoral sin mayores artilugios, por lo que no hay mucho que analizar. El apartado actoral, por otro lado, encuentra en su intérprete principal, Nick Robinson, su punto más alto. Una labor como esta, tan rica en conflictos internos, necesitaba de un actor de gran capacidad para transmitirlos y generar empatía en el publico respecto al dilema que atraviesa el personaje, un desafío del que Robinson sale bien parado.
Conclusión
Aunque puede pecar por momentos de ser demasiado idealizada, Yo Soy Simon es una historia que trata su problemática desde una lente actual; no tanto como un estigma social, sino como una cuestión de autoaceptación. Su prolija narración y actuaciones suman lo suficiente para que llegue a buen puerto.