Es la historia de uno de los escándalos mediáticos más grandes de EE.UU antes de la llegada de Internet. Ocurrió en 1994 cuando una patinadora sobre hielo, en las eliminaciones de las olimpíadas de esa disciplina es acusada, sin haber tenido que ver directamente con el hecho, que implica a su guardaespaldas y su esposo, de herir a su más importante competidora. Cierto o no Tonya fue crucificada pública y legalmente. El director Craig Guillespie (“Lars y la chica real”) utiliza el formato de un falso documental donde todos hablan a cámara y con el tono de una alocada comedia negrísima que muestra una realidad provocadora. Es que Tonya impulsada por una madre monstruosa que guarda un rencor profundo por la vida, que sabe transmitirle a su hija como motor de una competitividad sin límites, es bruta, casi analfabeta, violenta. Un digno exponente de lo que en la sociedad de EEUU se denomina “white trash” (basura blanca). Ella tiene como única motivación esa furia interna, agresiva, mal hablada que la impulsa a una competitividad sin límites, sin códigos éticos o de convivencia. El director con el guión de Steven Roger hurga critico, irónico pero sin concesiones, en ese mundo de mal gusto, gritos, violencia, insultos en que se mueve la protagonista. Ella tiene un orgullo intocable: haber sido la primera norteamericana en efectuar una dificilísima pirueta, el salto “Axel” o triple que muy pocos profesionales se atreven hacer. Allison Janney flamante ganadora del Oscar como mejor actriz de reparto compone a la perfección a esa madre infernal, incapaz de cualquier lugar común que se le atribuye a la maternidad. Una composición sin fisuras. Margot Robbie, también productora del film, se afea, se apropia del personaje y entrega una gran actuación premiada y nominada. Lo mejor que ha hecho en su carrera.