Nominada a tres premios Oscar y ganadora de uno (el de Mejor Actriz de Reparto para Janney), esta biopic sobre la tristemente célebre patinadora Tonya Harding resulta una tragicomedia potente y casi siempre fascinante, aunque también con algunos excesos morbosos y manipuladores.
Esta película fue filmada por el australiano Craig Gillespie (Enemigo en casa, Lars y la chica real, Noche de miedo, Un golpe de talento, Horas contadas), pero parece dirigida por Joel y Ethan Coen. La mirada cínica, despiadada y el humor negro que por momentos se regodea en el patetismo remiten en varios aspectos a los creadores de Fargo.
La película arranca como un falso documental en el estilo de Christopher Guest con los protagonistas siendo entrevistados dos décadas despúes de los hechos y la narración pendulará varias veces entre esos testimonios y la realidad (de la ficción, claro).
Lo que (re)construye Yo soy Tonya es la historia de Tonya Harding (Margot Robbie), una patinadora profesional que llegó a ser campeona en su país y competidora olímpica, pero cuya "celebridad" pública se debió especialmente a su vinculación con un atentado que sufrió su rival Nancy Kerrigan. El por qué, el quiénes, el cuándo y el cómo son interrogantes que la película irá respondiendo durante sus apasionantes dos horas.
El film cuenta la historia de su niñez en el seno de una familia (disfuncional) con una madre (Allison Janney) controladora y manipuladora hasta el sadismo, su matrimonio (también disfuncional como todo en su vida) con un tipo perdedor y abusivo (Sebastian Stan) y sus vaivenes deportivos que la llevaron varias veces del esplendor y la fama al escarnio público, y viceversa.
Margot Robbie -que ya había deslumbrado en El lobo de Wall Street- está muy convincente en el papel de Tonya, una mujer impulsiva que en un determinado instante parece estar en control de todo y al siguiente se desata por completo: víctima y victimaria, ángel y demonio, es un personaje lleno de seducción y violencia, de atractivos y contradicciones, que la actriz -también australiana- sabe cómo exprimir y explotar al máximo.
Los peores pasajes de Yo soy Tonya tienen que ver, como quedó dicho, con algunos caprichos y cierto regodeo subrayado con los aspectos más detestables de los personajes. Está claro que los hechos son por sí mismos fascinantes debido en parte a sus elementos morbosos, pero algunas decisiones artisticas le quitan sutileza, espesor y matices. De todas formas, en la mayoría de las escenas Gillespie y sus intérpretes logran atrapar al espectador y sumergirlo en los terrenos más oscuros, absurdos y demenciales del comportamiento humano.