Eso de que la realidad supera a la ficción se aplica perfectamente a la increíble historia de la mejor y más odiada patinadora de la historia, Tonya Harding, que a pesar de ser la primera en conseguir un complejo salto con figura triple sobre hielo, se hizo mundialmente famosa por estar involucrada en un atentado para romperle la pierna a su principal competidora en las Olimpiadas de invierno.
El director Craig Gillespie cuenta la historia desde varios angulos diferentes, partiendo de un seudodocumental con entrevistas recientes a los personajes principales (Tonya, su madre despiadada y su marido golpeador, que es la quien la involucró en el ataque a su rival), y luego recrea los hechos a la manera de una película biográfica, pero sin dejar de interactuar nunca entre ambas vertientes del film. A veces con toques de humor sutil que sirven para equilibrar los momentos más dramáticos y violentos de una historia que tiene de todo menos moderación.
El resultado es excelente no sólo porque la fórmula elegida por el director funciona muy bien, sino también debido a que el montaje y la música apoyan formidables escenas de patinaje, y sobre todo a a que las actuaciones están a la altura de las circunstancias. Sobre todo la de la antológica Allison Janney, flamante ganadora del Oscar como la madre más temible desde los tiempos de Joan Crawford. Y por supuesto, la performance de Margot Robbie que finalmente es una Tonya Harding con toda la furia.