Yo Soy Tonya: Esa maldita rodilla.
Una de las deportistas más polémicas de la historia moderna del deporte llega a la pantalla grande en esta producción ganadora del Oscar. Una joven que nació con el mundo en contra, y todos los obstáculos que intento sortear para que se la recuerde no por su habilidad sobre el hielo sino por una rodilla ajena.
Yo Soy Tonya será la primera película en estrenarse con el fresco sello de “GANADORA DEL OSCAR” este año. Los premios de actuación siempre atraen la atención del público, pero hace falta más que gente muy bonita diciendo palabras de forma excepcional para obtener la atención que esta divertida recreación de uno de los incidentes deportivos más famosos de la historia supo tener, aún compartiendo momento con tanques de críticas positivas. Toda película basada en una personalidad histórica empieza con una batalla ya ganada, y esta cinta no se queda atrás ofreciendo un relato que gira alrededor de una figura tan polémica como misteriosa y simpática a la vez.
Del director de Lars and The Real Girl y la sorprendente remake de Fright Night, Craig Gillespie, llega un film cuya protagonista tuvo que producir para asegurarse que llegara a la gran pantalla. Margot Robbie produce y protagoniza como Tonya Harding, patinadora olímpica estadounidense famosa por las razones equivocadas cuando en 1994 su mayor rival fue atacada de forma brutal justo cuando debían decidirse quienes representarían a la tierra de la libertad y las águilas en los Juegos de Invierno. Una niña que refleja el groso de la población norteamericana al mismo tiempo que todo lo que no quiere proyectar un deporte como el patinaje sobre hielo… y que terminará protagonizando uno de los mayores escándalos de la historia moderna del deporte.
El film introduce entrevistas en la actualidad de la ficción, en las que los protagonistas comenzarán a deconstruir como Harding se convirtió en una de las figuras más polémicas de un deporte históricamente sobrio aún antes de que le hayan destruido la rodilla a una inocente joven. Fue criada de forma sorprendente (por todas las razones equivocadas) por su madre, papel que le valió el Oscar como Mejor Actriz de Reparto a Allison Janney, hasta el momento en que conoció a su primer amor y futuro esposo/cómplice/culpable. Tanto su madre como su esposo mantenían una relación de abuso para con Tonya, y parte del hostil encanto del film es que trata estas relaciones tan violentas con la naturalidad asumida por la propia Harding tras vivir sin conocer otras formas en sus primeros 20 años de vida. Aunque mucho se hablo de las actrices que de forma muy merecida se encuentran bajo los reflectores, una de las sorpresas más gratas son las actuaciónes de Sebastian Stan y Paul Walker Hauser como el dúo de la pareja de Harding con su mejor compinche panzalegre.
En cuanto a la estructura, la película advierte que todos los testimonios recreados se contradicen constantemente, y mantiene (especialmente durante sus inicios) una entretenida dinámica entre hechos, narraciones y entrevistas. Aquí es dónde entra en juego otra de las facetas celebradas de Yo Soy Tonya, habiendo sido también nominada a Mejor Montaje en los Oscars. No esta de más aparte la ayuda que proporciona una muy buena banda sonora, pero aún cuando uno se va a encontrar varias veces siguiendo el ritmo con la cabeza o los pies es la rítmica visual la que lleva la historia. Constantemente en movimiento, no solo avanzando sino saltando de presente al pasado, de supuestas verdades a directas fabricaciones, y siempre manteniendo tanto la energía como la gracia que la dirección de Gillespie logra sacar de un gran elenco sostenido por un ambicioso guion.
Pero la ambición no siempre termina siendo positiva. En esta ocasión nos encontramos con un film que aunque siempre entretenido y ocasionalmente potente, termina victima del ímpetu que tanto Gillespie como el guionista Steven Rogers tienen por hacer de esta un películon para el recuerdo. El problema radica en que la forma utilizada para hacerlo es imitando películas que ellos disfrutan rememorar.
Las entrevistas contradictorias que introducen la narrativa son un recurso que hacen recordar una larga lista de éxitos de Hollywood. Pero en este caso no tienen ningún peso real. No introducen tensión alguna y lo único que logran es justificar momentos en los que sus personajes realizan actos ficcionales de forma alevosa, sin la mínima intención de que el público se pregunte que es real y que no. Aunque la dirección de Gillespie combine lo funcional con los fuegos artificiales que el público cinéfilo tanto sabe disfrutar, termina cayendo al igual que el guion en las ganas de hacer de esta su máxima obra. La realización en general se siente falta de maduración, casi precoz, y aunque gracias a eso termine ganando unos cuantos pros también la deja repleta de puntos flojos. Se nota demasiado que es el primer guion que intenta ser “serio” y de un calibre importante en la filmografía de Rogers, y asimismo se siente como un salto en falso que intento dar Gillespie en una carrera que hasta ahora había sabido construirse de gran manera con pasos cortos pero firmes.
Tal cómo su protagonista se resistió siempre a entender; son las formas las que terminan ahogando las bondades del film. Pero lo intrigante de su protagonista y la calidad que logra encontrar por momentos hace que el constante entretenimiento que ofrece alcancen para redimir una experiencia que sabe ser grata. Porque no, incluso quizás llegue a ser mínimamente memorable.