PRINCESA DE NADIE
En 1991 Tonya Harding, patinadora sobre hielo profesional, se convirtió en la segunda mujer en la historia, y la primera norteamericana, en hacer el salto conocido como triple axel en una competencia oficial. Al día de hoy, realizar esos tres giros y medio sigue siendo un privilegio que solo nueve mujeres alcanzaron. A Tonya, sin embargo, no se la recuerda por haber sido campeona estadounidense, subcampeona mundial o medallista olímpica sino por el ataque que recibiera su compatriota y rival Nancy Kerrigan a principios del ‘94, cuyo autor material fue un asaltante contratado por Jeff Gillooly, exmarido de Tonya. Quien quiera viajar en el tiempo puede surfear en YouTube hasta encontrar el video en el que Tonya se consagra con el triple axel y también ese en el que la pobre Nancy grita “por qué a mí” entre lágrimas luego de haber recibido un palazo en la rodilla derecha, lesión que la dejaría fuera de competencia por algún tiempo.
La virtud del sexto largo de Craig Gillespie (Lars and the Real Girl, Fright Night) es que, aunque lo reconstruye, trasciende el mero festín mediático de entonces y se dedica a mostrar el detrás de escena de la vida de Tonya. Alejado de la pregunta amarillista de si ella fue la autora intelectual de lo que le ocurrió a Nancy, Gillespie aborda lo ocurrido desde una perspectiva más compleja. Le importa más la mujer que la patinadora y se encarga de mostrar los numerosos atravesamientos que llevaron a Tonya (interpretada por Margot Robbie en el que es hasta el día de la fecha su mejor papel) a ocupar el lugar de victimaria.
El lúcido aunque por momentos redundante guión de Steven Rogers abarca desde la violenta relación con su madre Lavonna (que la multipremiada y reciente ganadora del Oscar Allison Janney catapulta al Olimpo de las peores madres de la historia del cine) y con su primer esposo (Sebastian Stan), hasta el impacto que supuso ser de su condición a la hora de ser puntuada. Es que Tonya, a diferencia de otras patinadoras, siempre fue una redneck, white trash, y no daba la imagen que se quería mostrar. Tenía el talento pero le faltaba clase y el jurado se lo hizo saber.
Biopic, drama, comedia negra, con un poderoso montaje que le hizo ganar el mote de “la Goodfellas del patinaje artístico” (Tatiana Riegel, editora habitué de Gillespie, se llevó el premio en los últimos Independent Spirit Awards) y encumbrada por las actuaciones de Robbie (además productora) y Janney, Yo soy Tonya podría ser descrita por muchos como una suerte de “descenso al infierno” de la joven rubia nacida en Portland.
Aunque después de ver la película queda claro que no hubo paraíso o limbo alguno desde donde descender para esta outsider que pasó de la grandeza a la infamia y no pudo, o no quiso, ser la princesa de nadie.//∆z