Edgardo González Amer construye un policial frenético, una historia de venganza, un verdadero western urbano ubicado en las zonas marginales del cono urbano bonaerense, al ritmo del hip hop, sin tomarse demasiado tiempo para reflexiones y con algunas decisiones apresuradas, pero con una intensidad y un vértigo bien logrado. No da respiro. Como lo que sienten los protagonistas en un mundo con pocas opciones. Una adolescente, que cuando su padre regresa de la cárcel y es recibido por su esposa sin amor, pero convencida de su rol, el descubrimiento de una deuda para lograr la libertad de ese hombre que respeta, la lleva a rogar entrar a la banda de delincuentes. Un mafioso regentea una pandilla donde su hermano forma parte. Ella se siente poderosa en un mundo salvaje, un rol que cumple muy bien Martina Krasinsky, con el desparpajo de su adolescencia y una determinación irrefrenable. Es un mundo cerrado, con códigos de hierro. Se lucen Daniel Araoz, como caudillo del mal. Se los ve entregados y perfectos a Marco Antonio Caponi y Leticia Brédice. Y cumple muy bien su rol Sebastián Chavez. Rápida y furiosa realmente, no permite treguas. Esa espiral de violencia y castigos, muerte y tiros, arrastra al espectador.