El cuarto filme de Edgardo Gonzalez Amer, el mismo de ¨Tuya¨ (2015), se adentra en los límites de la marginalidad, para ello intenta realizarlo transitando una delgada línea entre dos géneros muy diferenciados, por un lado el policial, del tipo más frecuentado por el cine argentino, el de los ¨bajos fondos¨, y por otro tratando de establecerse en el género del drama con tintes sociales.
Para ello constituye el relato atravesando dos sub tramas, pues la que debería ser la esencial, esa que impulsa las acciones de la protagonista, se empieza a desdibujar cuando la secundaria se regodea, sin que aporte nada, en un sinfín de situaciones que en principio demoran el establecimiento de la trama principal, para luego, una vez dentro, apresurarse en cerrar el relato casi antes de abrirlo.
El filme abre con una escena que luego derivara en ser todo una gran analepsis. Vemos a Nati (Martina Krasinsky) corriendo ensangrentada, o más específicamente, con su ropa, su rostro y manos llenas de sangre. Un corte y el relato se establece tiempo antes, para luego construir el retorno a la primera escena.
Alli serán presentados los personajes de nuestra historia, recalcando la importancia de los mismos en desmedro del guion que por demasiado transitado se torna demasiado previsible.
¿De qué va la historia?, Una familia de las comunes en uno de los barrios pobres de la ciudad, Joaco (Daniel Loisi), el padre, salió de prisión e intenta mantenerse dentro de la ley como colectivero, Mary (Leticia Bredice), la madre. regentea un bar y además prepara emparedados de milanesas para que vendan sus dos hijos adolescentes Nati y Sebas (Sebastián Chávez), quienes conformes con colaborar con el reparto del bar, se juntan con la banda del barrio que se dedica a cometer asaltos para el Yuca (Daniel Araoz). Hasta aquí los personajes más importantes, para denominarlos de alguna manera. Poco importa si Mary es asediada por un joven del barrio, esta debería ser la sub trama, no produce ningún quiebre ni aporta nada a la progresión dramática del relato
Tampoco ayuda demasiado la poca y mal realizada presentación, constitución y desarrollo de los mismos. Hasta se podría afirmar que derivándose en un filme de personajes, lo poco acertado de los mismos es su peor enemigo.
Ajustándonos al personaje principal, para no entrar en detalle, en la historia del cine, desde el lenguaje mismo y sus reglas nadie se transforma de una adolescente, un poco rebelde, por generación espontánea en Paul Kersey (el personaje de Charles Bronson en ¨El Vengador anónimo¨ 1974). En todos los demás personajes es más la ausencia de peso dramático lo que produciría el desdén del espectador sobre ellos. No hacen a las historias, podrían haber tenido un poco más de elaboración y eso redundaría en las acciones de los personajes principales.
De este incendio se salva Yuca, que a ciencia cierta no se podría asegurar que las bondades del personaje este predeterminado por su inmenso estereotipo o si esto lo logra el actor con sus recursos histriónicos. Me inclino por una conjunción de ambas.
Esto no aplica sobre el rubro de las actuaciones, Leticia Bredice sale airosa de lo que le tocó en suerte. Si es loable la performance de Martina Krasinsky, hasta se hace por momentos empatica, situación que daría la impresión, para nada buscada.
Que todo esto derive en disposición de agresión extrema, con temas como la violencia de género, la violación como un elemento más del paisaje cotidiano, la venganza como recurso idóneo, todo porque así debe ser, nada está construido y justificado de manera fehaciente o real. El relato sí, posiblemente, pero en cine se necesita algo más, no es sólo el cuento, es como lo cuento.