En su cuarto largometraje, el director de Tuya o Familia para armar se mete en el submundo de un barrio marginal en el que la adolescente Nati (la estupenda Martina Krasinsky) intenta ayudar a su familia a salir adelante. Su madre (Leticia Bredice) y su padre están desesperados por las deudas, y la presencia de una banda con líder pesado (Daniel Aráoz), aparece como una vía posible para conseguir plata. Todo en la vida de Nati es duro, excepto acaso la compañía de su hermano, con el que tiene una relación de intimidad asombrosa. Así, en lugar de salir a vender como la madre exige, para alejarlos de la delincuencia, la cosa se va poniendo cada vez más pesada. Y cuando la joven cruza cierta línea, en los códigos no escritos de los delincuentes, sus colegas feroces, se desata un nudo de violencia sin vueltas. Con un muy logrado trabajo audiovisual, y el cuidado por alejarse de los clichés, estereotipos y exploitation de lo marginal que suelen hundir tantas aproximaciones al mismo universo, la película cruza policial, con secuencias de gran tensión, y drama con apuntes sociales. Pero sin bajar línea ni cargar las tintas, sino concentrándose en contar la dura historia de esta suerte de Rosario Tijeras de monobloque de Villa Lugano. También se agradece la ausencia de subrayados feministas, innecesarios con una poderosa protagonista como esta. Interpretada por una actriz muy bien acompañada por actores de gran presencia (Marco Antonio Caponi, Bredice, Aráoz), junto a otros no profesionales con los que terminan de delinear un universo peligroso y terrible.