Para sorprenderse, hay que esperar demasiado
Dicen que en Escocia, los que viven cerca del Lago Ness saben perfectamente cuándo va a aparecer el famoso monstruo que atrae a los turistas: "al cuarto whisky".
Dado que esta película de terror transcurre en un viñedo embrujado, y la naturaleza del evento sobrenatural recién empieza a tomar forma a los 50 minutos de proyección, se podría parafrasear el chiste diciendo que en "Yo vi al diablo", los espectros recién aparecen a la quinta botella de vino. Lo que obviamente no es lo ideal, ya que el abuso hace daño.
Y no es que finalmente lo que aparezca no tenga cierta originalidad, sino que en una pelicula de sólo 80 minutos de duración, tener que esperar casi una hora para que el asunto se vuelva interesante, realmente no es una fórmula rendidora.
La historia tiene un breve prólogo en el que una mujer sufre un accidente automovilístico. Varios meses después, se muda con su marido a una casa tan bonita como apartada, en medio de un viñedo que les dará una nueva vida, lo que viene acompañado de un incipiente embarazo. Pero las cosas se complican entre lo extraño y desolado del lugar, y los efectos postraumáticos del accidente, que según un médico, sumados a los cambios hormonales de la futura madre le provocan ver imágenes no precisamente bonitas.
Pero ya ni bien la pareja se muda al viñedo, el espectador va recibiendo indicios de que la pobre mujer no está chiflada, sino que realmente suceden cosas raras en el lugar. Cosas que por algún motivo su marido no puede o no quiere percibir. El único motivo para estirar tanto las cosas una vez que se sabe eso, es una vuelta de tuerca sorprendente que viene hacia el final. Pero si bien hay que reconocer que el giro tiene lo suyo, a esa altura de las cosas ya no puede redimir del todo el conjunto.
"Yo vi al diablo" ofrece un buen par de sustos, lindas imágenes del viñedo fantasmal, un desenlace sorpresa, y no mucho más.