Misterios de la cartelera. El terror suele invadir las salas de cine con variadas propuestas; y aunque siempre suele funcionar de mediano a muy bien, si prestamos atención a los títulos que llegan, veremos que más allá de algún tanque mainstream del género, la mayoría son propuestas que cuentan con varios meses de retraso respecto del estreno en su país de origen.
De inmediato nos surge otra pregunta, si hurgamos dentro de los estrenos a nivel global, vemos que hay para todos los gustos; muchos con pasos fructíferos por los festivales ad hoc. Entonces ¿cuál es el criterio de selección? ¿Qué es lo que hace que películas con popularidad del boca en boca nunca asomen ni siquiera a una llegada local en DVD – caso The Babadook, Freaks of Nature – y si logren el estreno en varias salas productos intrascendentes como Yo vi al diablo?
A no confundirnos con el título local, nada tiene que ver esta película con la coreana I saw the devil/Ang ma-reul bo-at-da dirigida por Kim Jee-Woon. Esta es Visions, producción estadounidense, dirigida por Kevin Greutert, y producida por los muchachos de Blumhouse Productions (los que siguen robando con el cartelito de “de los mismos productores de Insidious y Actividad Paranormal).
De Greutert lo mejor que podemos decir es que es el director de las dos últimas de El Juego del Miedo y también de Jessabelle, estrenada aquí el año pasado, con fuertes reminiscencias a la superior La llave maestra. Como ven, películas bastante diferentes entre sí. Yo vi al diablo, está mucho más cerca de Jessabelle que de la porno tortura de los juegos de Jigsaw.
La protagonista es Eveleigh Maddox (la australiana Isla Fisher, quien alguna vez perfiló como gran comediante), en los primeros minutos del film nos enteramos que sufrió un accidente de tránsito, del cual sobrevivió milagrosamente y que en el mismo hecho alguien perdió la vida y puede estar relacionado con niños.
Pasa el tiempo, Eveleigh está embarazada y continúa con algunos traumas por lo sucedido. El embarazo le impide tomar sus psicofármacos, y para cantar lotería, se muda al viñedo de su pareja David (Anson Mouth).
Allí se supone que todo debería arrancar de cero a pura tranquilidad y felicidad. Pero ese estado dura poco, ya que comienzan a sucederse una serie de acontecimientos extraños, complementados con visiones terribles que tiene nuestra protagonista, mezclando el pasado con algo que puede o no predecir el futuro.
¿Qué es lo que sucede? Sospecho que ni siquiera los guionistas L.D. Goffigan y Lucas Sussman lo tienen demasiado en claro, porque todo varía escena tras escena. Lo que sí se puede adelantar es que el diablo figura solo en la imaginación de quien creo el título local.
Hay una mujer que de pronto parece poseída y hace un extraño rito en plena fiesta, el bebé puede tener algo indefinido, puede haber fantasmas que acosan, puede que el marido esconda algo, puede que el médico se traiga algo entre manos, puede que el embarazo le haya otorgado algún tipo de poder sobrenatural, o puede estar en medio de algo mucho más terrenal. El argumento se pasea por todos lados, como si nunca encontrara su eje.
A Fisher y Mouth la secunda un elenco de rostros bastantes conocidos como los de Gillian Jacobs, Jim Parsons, Joanna Cassidy, y Eva Longoria. Pero todo el peso recae en Fisher, quien pareciera no estar a la altura de las circunstancias, o darse cuenta que no participa de algo trascendente.
Porque Yo vi al diablo no es necesariamente un despropósito, el argumento, aunque disperso, se sigue con algo de interés (no se entiende como Greutert puede tener tanta trayectoria en el departamento de montaje y haber hecho algo tan innecesariamente fragmentado) pero no genera sobresaltos, apenas algún atisbo de suspenso, jamás terror.
Volviendo al inicio, Yo vi al diablo aterriza en las salas locales en medio de un panorama en el cual mucho producto de terror, bastante mejor, aún aguarda su posibilidad, y no parecieran alcanzarla. Este panorama pareciera repetirse semana tras semana. ¿Cuál es el criterio de selección de compra? Acá no lo resolveremos, quizás la respuesta llegue de improvisto, como la resolución sobre qué le pasa a Eveleigh.