Kevin Greutert es conocido mundialmente por su trabajo como editor de cintas emblemáticas como “Donnie Darko” y “El juego del miedo”. Tiene en su haber más de una veintena de producciones en las que su edición ha sido elementales para lograr el suceso de películas tan dispares entre sí como necesarias.
El paso a la dirección era inevitable, y contando en su haber con dos episodios de la saga “Saw” puso manos a la obra para su propia película “Jessabelle” (USA, 2014), la que fue recibida con una gran acogida entre los amantes del género y la crítica.
En ese filme, en el que se conjugaba una atrapante historia, junto con una lograda creación de atmósferas y climas, es en donde se pueden encontrar algunos puntos de referencia para “Yo vi al diablo” (USA, 2015), una producción de género en la que más que terror se apela a la sugestión del clásico thriller de suspenso para construir un relato que, en el fondo, termina por disolverse a los pocos minutos de iniciado.
“Yo vi al diablo” es la historia de Eveleigh (Isla Fisher), una joven mujer que, tras haber sufrido un accidente automovilístico, en el que puso fin a la vida de un niño, deberá, de alguna manera, retomar las riendas de su vida.
Embarazada de unos pocos meses, junto con su marido David (Anson Mount), decidirán adquirir un viñedo “embrujado”, para poder, así salir adelante y además ser parte de una selecta comunidad en la que la enología y la producción de viñedos puede ser la respuesta de todo.
Pero como “Yo vi al Diablo” se inscribe dentro del género de terror, la narración digresiva, con la que en un comienzo se busca construir el relato, termina por disolverse ante la búsqueda de efecto a partir de simples situaciones que Eveleigh comienza a vivir y que no hacen más que ir construyendo una ridícula trama que, hacia el final, solicita al espectador un esfuerzo sobrehumano para aceptar la irrisoria solución que se plantea.
Mientras la pareja busca sacar a flote ese abandonado viñedo, una serie de personajes que los comienzan a rodear, sólo sumarán como cúmulo de presencias, las que, en el fondo, quieren lograr que el espectador menos avezado, y aquel fanático de las series, se acerque a las salas deslumbrado por la cantidad de estrellas de la TV que participan de la propuesta.
Eva Longoria, Jim Parsons, Gillian Jacobs, Joanna Cassidy, y el propio Mount, son el anzuelo que los productores encontraron para construir una propuesta que no puede escapar de lugares communes, situaciones sin resolución, y, principalmente, irrisorias interpretaciones que terminan por resentir la propuesta.
“Yo vi al Diablo” es una película olvidable desde el minuto cero, y va confirmando su débil propuesta con cada avance, puesta en escena, diálogo y demás. No hay una intención de narrar de verdad el derrotero de Eveleigh durante su período post traumático, sólo hay ganas de buscar el efecto en situaciones en las que habría convenido reforzar el guión en beneficio de la historia y los acontecimientos.
Isla Fisher, la protagonista, actúa sin ganas, grita, se desborda, nunca logra el tono adecuado para un filme que tampoco encuentra una dirección correcta y en el que, el giro hacia al final parece ser la única viabilidad de construcción narrativa.
Greutert pierde la oportunidad de construir un buen filme, y desaprovecha al seleccionado de actores que los productores le han colocado. Todo aquello que en “Jessabelle” se destacaba, aquí se termina resintiendo en una propuesta en la que el terror está borrado y también el respeto por el espectador.
su haber más de una veintena de producciones en las que su edición ha sido elementales para lograr el suceso de películas tan dispares entre sí como necesarias.
El paso a la dirección era inevitable, y contando en su haber con dos episodios de la saga “Saw” puso manos a la obra para su propia película “Jessabelle” (USA, 2014), la que fue recibida con una gran acogida entre los amantes del género y la crítica.
En ese filme, en el que se conjugaba una atrapante historia, junto con una lograda creación de atmósferas y climas, es en donde se pueden encontrar algunos puntos de referencia para “Yo vi al diablo” (USA, 2015), una producción de género en la que más que terror se apela a la sugestión del clásico thriller de suspenso para construir un relato que, en el fondo, termina por disolverse a los pocos minutos de iniciado.
“Yo vi al diablo” es la historia de Eveleigh (Isla Fisher), una joven mujer que, tras haber sufrido un accidente automovilístico, en el que puso fin a la vida de un niño, deberá, de alguna manera, retomar las riendas de su vida.
Embarazada de unos pocos meses, junto con su marido David (Anson Mount), decidirán adquirir un viñedo “embrujado”, para poder, así salir adelante y además ser parte de una selecta comunidad en la que la enología y la producción de viñedos puede ser la respuesta de todo.
Pero como “Yo vi al Diablo” se inscribe dentro del género de terror, la narración digresiva, con la que en un comienzo se busca construir el relato, termina por disolverse ante la búsqueda de efecto a partir de simples situaciones que Eveleigh comienza a vivir y que no hacen más que ir construyendo una ridícula trama que, hacia el final, solicita al espectador un esfuerzo sobrehumano para aceptar la irrisoria solución que se plantea.
Mientras la pareja busca sacar a flote ese abandonado viñedo, una serie de personajes que los comienzan a rodear, sólo sumarán como cúmulo de presencias, las que, en el fondo, quieren lograr que el espectador menos avezado, y aquel fanático de las series, se acerque a las salas deslumbrado por la cantidad de estrellas de la TV que participan de la propuesta.
Eva Longoria, Jim Parsons, Gillian Jacobs, Joanna Cassidy, y el propio Mount, son el anzuelo que los productores encontraron para construir una propuesta que no puede escapar de lugares communes, situaciones sin resolución, y, principalmente, irrisorias interpretaciones que terminan por resentir la propuesta.
“Yo vi al Diablo” es una película olvidable desde el minuto cero, y va confirmando su débil propuesta con cada avance, puesta en escena, diálogo y demás. No hay una intención de narrar de verdad el derrotero de Eveleigh durante su período post traumático, sólo hay ganas de buscar el efecto en situaciones en las que habría convenido reforzar el guión en beneficio de la historia y los acontecimientos.
Isla Fisher, la protagonista, actúa sin ganas, grita, se desborda, nunca logra el tono adecuado para un filme que tampoco encuentra una dirección correcta y en el que, el giro hacia al final parece ser la única viabilidad de construcción narrativa.
Greutert pierde la oportunidad de construir un buen filme, y desaprovecha al seleccionado de actores que los productores le han colocado. Todo aquello que en “Jessabelle” se destacaba, aquí se termina resintiendo en una propuesta en la que el terror está borrado y también el respeto por el espectador.